En septiembre de 2019, Carolina Rioja Sierralta llegó al Hospital Clínico de Viña del Mar, para ser atendida por una inflamación en su mano izquierda.

El primer diagnóstico recibido por la mujer de 44 años fue celulitis infecciosa y una grave falta de irrigación sanguínea en la zona, lo que mantenía a su mano inflamada y los vasos sanguíneos comprimidos, impidiendo que pudiera mover el pulgar con normalidad.

Una ecotomografía realizada arrojaba que debía someterse a una cirugía de carácter urgente para poder salvar el dedo.

La intervención se fue complicando, ya que otro médico cambió la orden de cirugía por un cierre quirúrgico de la herida y una “terapia de células madre”, recomendándole que se comunique con su Isapre para gestionar una cobertura adicional de enfermedades catastróficas.

Horas más tarde, el doctor que atendía a Carolina, decidió abandonar el caso, suspendiendo la operación, argumentando que no trabajaba con la Isapre de Carolina, complicando aún más la situación médica de la paciente.

Al no recibir una atención médica adecuada por parte de la clínica, Carolina presentó una demanda por negligencia de atención.

Luego de dos años de litigio ambas partes llegaron a un acuerdo reparatorio, el que consideró daño emergente, lucro cesante y daño moral.