Quienes se abstienen de votar son los primeros que critican el quehacer político de autoridades de gobierno que en la mayoría de los casos han sido elegidas por una minoría que no representa la voluntad popular ni son las idóneas. Para construir un país mejor es necesario involucrarse en el proceso eleccionario y no sufragar “al lote” sino en conciencia, por los políticos con mayor trayectoria como servidores públicos.

Chile_TwitterLas expectativas sobre el reciente acto electoral eran bastante pesimistas. -¿Vas a votar este domingo?-fue una pregunta recurrente durante las horas previas a las primeras elecciones primarias abiertas a toda la ciudadanía, que se llevaron a efecto el 30 de junio.

Veinte respuestas no constituyen una muestra pero permitieron hacerse una idea con respecto a las intenciones de sufragar que tenía la gente común el día anterior al evento. Sólo cinco adultos y dos estudiantes de la Universidad de Playa Ancha manifestaron que acudirían a las urnas sí o sí, cuatro estaban dudosos y muy poco entusiasmados, y el resto contestó que se marginaría del proceso considerando que votar ya no es obligatorio así es que “porqué no aprovechar”.
Según la cobertura mediática del 1 de julio, la convocatoria que hubo puso la nota sorpresiva en el desganado ranking de elecciones anteriores. Cerca de tres millones de chilenos, un 23% del padrón, decidieron vivir la democracia en vivo y en directo y darse el lujo de elegir a su favorito entre los presidenciables que originalmente se presentaron para la próxima elección del 17 de noviembre del año en curso.

Ello constituyó toda una novedad ya que anteriormente eran los miembros de cada partido, legalmente inscritos en sus registros, quienes elegían al personaje que los representaría en la carrera hacia La Moneda, de allí que esta vez el incentivo era muy personal para miles de chilenos dispuestos a no desperdiciar la posibilidad de jugárselas por su candidato bajo la premisa de que “cada voto cuenta y el mío también.”

Como ya es usual, muy pocos jóvenes participaron de estas elecciones y esa es una ausencia que se viene arrastrando desde hace años. Existe mucho desencanto en ese sector; la política tradicional, de acuerdo a sus argumentos, no los representa y además los excluye de las grandes decisiones que toman las cúpulas de gobierno respecto de problemas que afectan a la juventud de manera directa, como la educación lucrativa y la falta de oportunidades en el ámbito laboral, técnico y profesional.

No obstante, más allá de las razones que suelen esgrimir las personas para no sufragar, el hecho concreto es que no saben de lo que se están perdiendo. Algo muy especial se produce desde el momento en que alguien decide sacrificar parte del día domingo, levantarse más temprano o almorzar más tarde, llegar hasta el local de votación que se le ha asignado, hacer una fila y esperar su turno para efectuar un trámite de cinco minutos. Lo que prevalece después es la íntima satisfacción de haber cumplido con un deber cívico que además constituye una herramienta social para provocar cambios que de otra forma quedan inconclusos o no se realizan por falta de consensos. Los mismos ciudadanos que se abstienen de escoger a las autoridades de gobierno son los que critican la manera en que éstas manejan la política, un círculo vicioso que perjudica a la sociedad chilena en su conjunto porque un mayor número de votantes puede duplicar y triplicar las posibilidades de contar con mejores representantes en una democracia más pluralista, es decir, menos excluyente como lo ha sido hasta ahora para millones de chilenos cuya calidad de vida aún no mejora, sobre todo en las regiones.

El factor inesperado.-

Uno de los componentes adicionales a cualquier acto electoral es la expectativa que genera en la ciudadanía, haya o no participado en el mismo, lo cual crea un ambiente un poco tenso en que cada quien cruza los dedos para que su candidato figure entre los ganadores, y nadie, especialmente entre los que sufragan, puede negar que el conteo voto a voto es una de las cosas entretenidas de esos eventos cívicos.

Esta vez las primarias arrojaron varias sorpresas además de la alta convocatoria. A medida que se iban cerrando las mesas, en algunos comandos cundía la inquietud ante la evidencia de que los resultados no concordaban para nada con los pronósticos y encuestas de las respectivas campañas. Que Andrés Allamand fuera derrotado por Pablo Longueira no figuraba en las cuentas de Renovación Nacional, máxime porque el candidato de la Unión Demócrata Independiente dispuso de apenas dos meses para estructurar su plataforma.

Por segunda vez, Allamand era vencido por un militante de la UDI (la primera fue Carlos Bombal quien lo eliminó, en 1997), y según señalaron los políticos de RN, el desenlace de estas primarias estaría complicando el escenario de su partido en las elecciones parlamentarias de fin de año. El vicepresidente, Manuel José Ossandón, reconoció que los resultados eran “desastrosos”: -“No mintamos más; que Bachelet nos casi triplique es una caída indigna.”-declaró ante sus pares, en referencia a la alta votación obtenida por la candidata del pacto Nueva Mayoría.

En el comando de Andrés Velasco, la situación era exactamente la contraria, ya que muchos daban por sentado que el ex ministro de Hacienda de Michelle Bachelet, que se postuló como independiente, pasaría sin pena ni gloria por las primarias de la oposición. Sin embargo, quedó en un honroso segundo lugar detrás de Bachelet, superando al demócrata cristiano Claudio Orrego, y a José Antonio Gómez, del partido radical, con un 12,8% de los sufragios.

Con ese porcentaje, Velasco quedó en buen pie para concretar su próximo proyecto: crear un movimiento político que le permita postularse a las elecciones presidenciales de 2018, pues según señaló a los medios, no está en sus planes integrar ningún gobierno, si bien dijo que votaría por Bachelet y trabajaría por esa opción en los casi cinco meses que restan para los próximos comicios. Desde otra perspectiva, si la candidata socialista resulta electa en noviembre, deberá hacerle un espacio a las ideas que Velasco con toda seguridad va a introducir en su programa.

Según dicen algunos analistas, existen otros factores de éxito además de una trayectoria convincente, lo que idealmente debería ser una condición sine qua non para elegir a una autoridad de gobierno. No obstante, muchos votan por la persona, tenga o no un currículo que acredite su compromiso social. En el caso de Velasco se fusionaron sus méritos académicos y políticos con su carisma y atractivo físico. No en vano fue elegido el político más “mino” en una encuesta que realizó un diario popular entre mujeres de diferentes sectores de Santiago.

La derrota de Claudio Orrego fue otra de las sorpresas que se dieron en las primarias. Pese al respaldo de una estructura partidaria, el ex alcalde de Peñalolén sólo consiguió un tercer lugar tras una intensa campaña basada en conceptos valóricos antes que políticos. Sin embargo, su slogan publicitario, “Soy cristiano, ¿y qué?” causó más confusión que adhesión entre los indecisos y con el resultado actual fracasó su proyecto de llevar adelante su candidatura para las presidenciales de 2018. Al interior de la democracia cristiana había consternación por haber perdido el liderazgo del centro en manos de un independiente, y no quedó otra opción que constituirse en el soporte principal de la campaña de Michelle Bachellet.

El vendaval ME-O.-

No se le vio ni se le escuchó durante las primarias, pero ya está en su marca, listo para dispararse en el último tramo de la carrera presidencial. Es el niño terrible de la política chilena contingente, a la que imprime el sello rupturista y agresivo que se le conoce desde su campaña en las presidenciales de 2009, en las que consiguió el 20,13% de los votos en la primera vuelta. Después de la derrota, sus adeptos estaban convencidos de que Marco Enríquez-Ominami, abreviado y conocido como ME-O, haría un gesto de olímpico desprecio a los viejos políticos, a quienes en su discurso solía meter en un enorme saco rotulado: “Inservibles por obsoletos.”
Por el contrario, lo que hizo fue entregar oficialmente su respaldo a Eduardo Frei, el candidato de la Concertación que competiría con Sebastián Piñera en la segunda vuelta. Esa decisión decepcionó a un muchos de sus seguidores, en especial a los que votaban por primera vez y compartían un entusiasmo profundamente idealista por este joven capaz de llevarlos por un nuevo camino, donde todo lo corrupto, lo malo y lo feo de la política chilena sería reemplazado por las nuevas prácticas, purificadas y transparentes.

Marco posee una sólida formación académica, y en su profesión de cineasta ha logrado significativos triunfos, como lo fue la serie de televisión La vida es una lotería que se transmitió durante cinco temporadas entre 2002 y 2005 por TVN y por Megavisión en 2006 y 2007. Fue docente del área de Producción Cinematográfica de la Universidad Arcis en Santiago y profesor en el Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica del Perú. En el año 2002 dirigió el documental Chile, los héroes están fatigados conjuntamente con el canal de cultura franco-alemán, Arte y la productora italiana CINETV, el que fue seleccionado para abrir el Festival Internacional de Programas Audiovisuales de Biarritz, Francia.

Su vida política comenzó en la etapa universitaria como vicepresidente del Centro de Alumnos de Filosofía de la Universidad de Chile y en 1993 compitió en las elecciones internas como candidato socialista a la presidencia de la FECH pero fue derrotado por su compañero Freddy Ponce. En los años siguientes coordinó la campaña senatorial de Carlos Ominami y en 1999, la presidencial de Ricardo Lagos, de la cual fue despedido por los resultados adversos que se dieron en la primera vuelta. Posteriormente retomó las senatoriales para ejercer el cargo de generalísimo de la campaña de Ominami. Durante su etapa parlamentaria participó de varios proyectos de ley que depuraban algunas malas praxis de la política o beneficiaban a los sectores discriminados de la sociedad chilena.
Hoy, Marco Enríquez-Ominami ya tiene bastante avanzado el diseño de su campaña para las elecciones presidenciales, que según señaló en entrevistas a los medios, tendrá una segunda vuelta. En su calidad de único líder del Partido Progresista de Chile, PRO, se propone enfrentar a Michelle Bachellet de manera progresiva, poniendo énfasis entre lo antiguo y lo nuevo, y entre la continuidad y el cambio que él representa.

Al parecer, su campaña no va a reparar en gastos más o gastos menos. Se dice que en el transcurso de julio arrendará un avión para desplazarse con su equipo, y que su esquema publicitario estará a cargo de Jacques Seguelá, asesor del ex presidente francés Francois Mitterand y colaborador en la campaña de Ricardo Lagos.
Posiblemente lo que haga y diga este chico maravilla en los próximos meses va a influir en los resultados que obtenga en las elecciones de noviembre, pero sin duda que va a tener que suavizar su discurso y dejar de presentarse a sí mismo como un redentor de la política nacional si lo que desea es enganchar nuevamente con los jóvenes, un sector que puede dar grandes sorpresas y provocar un giro de 180° en el escenario que dejaron las históricas primarias del pasado domingo.