Un estudio internacional liderado por el Dr. en Ciencias Químicas de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, en Italia, Marco Román, en el cual participó el arqueólogo del Grupo Interdisciplinario de Investigación Avanzada de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), José Miguel Ramírez, arrojó datos de una precisión sin precedentes que permiten documentar cambios ambientales dramáticos ocurridos durante los últimos 2 mil años en Rapa Nui.

Se trata de los primeros resultados de sondeos realizados en 2017 en el fondo de la laguna Rano Aroi, recientemente publicados en la revista Quaternary Science Reviews, en el marco del proyecto “El último árbol en pie en la Isla de Pascua. La actividad humana como principal causa de la deforestación” (2017-2018), dirigido por el Dr. Dario Battistel, de Universidad Ca’ Foscari.

El estudio, que se tituló “Un registro geoquímico de varias décadas de Rano Aroi (Isla de Pascua /Rapa Nui): Implicaciones para el medio ambiente, el clima y los seres humanos durante los últimos dos milenios”, mediante análisis de radiocarbono de múltiples elementos de sedimentos, turbas y fango del cráter Rano Aroi, precisó 7 fases cronológicas distintas, marcadas por transiciones ambientales vinculadas con factores climáticos de los últimos dos milenios de la isla.

Destaca en ellas un extenso periodo de sequía ocurrido entre 1520 y 1710, que pudo haber sido exacerbado por las actividades humanas y generado cambios culturales profundos. En tanto, durante el intervalo del primer contacto entre los rapanui y los europeos, el clima cambió a condiciones más húmedas, seguidas de intensas precipitaciones entre 1790 y 1900.

Lo interesante de los resultados, afirma el arqueólogo de la UPLA, José Miguel Ramírez, es que se confirma que los habitantes de Rapa Nui no fueron los causantes del desastre ambiental que eliminó el bosque, ni que eso provocó la destrucción y decadencia de la cultura, a la que refiere la teoría del colapso con el llamado «ecocidio».

“Los rapanui utilizaron intensivamente el bosque, pero la principal causa de su desaparición fue una larga sequía, a lo largo de dos siglos ocurrida entre los años 1520 y 1710. Lo más importante, es que los rapanui fueron capaces de adaptarse a ese impacto en el ecosistema, y modificaron todo su sistema sociopolítico y religioso, abandonando el poder vitalicio de los grandes jefes y sus expresiones monumentales mediante la construcción de ahu y moai, desarrollando tecnologías eficientes para mantener la producción de alimentos, y un nuevo orden político con la elección anual del Hombre Pájaro”, explica el investigador Ramírez.

ADAPTARSE O MORIR

La investigación sugiere que, aunque muchos de los cambios ambientales pasados de la isla estén probablemente ligados a factores intrínsecos de variabilidad climática, la influencia humana localizada no puede excluirse, especialmente en relación con el cambio de la actividad hortícola ocurrida en Rano Aroi.

El área de estudio permaneció imperturbable por actividades humanas durante siglos hasta 1520, cuando la práctica de quema de vegetación condujo a un reemplazo rápido y completo de palmeras por prados de hierba. Los datos arqueológicos y la tradición oral demuestran que esta transformación tuvo lugar durante un cambio cultural profundo de los rapanui, acompañado de la expansión de asentamientos en el interior de la isla.

La investigación indica que los intensos cambios en el equilibrio hidrológico y geoquímico del suelo de Rano Aroi entre 1520 y 1710, el periodo de sequía, tienen una vinculación con el clima regional, y no pueden atribuirse a la deforestación. Pero también reconoce que es probable que las sequías persistentes podrían haber alentado a los habitantes a iniciar prácticas hortícolas y obras hidráulicas, que podrían haber influido en el terreno.

“Por mucho tiempo, el caso de Rapa Nui se usó como modelo a escala de la destrucción actual del planeta. Los antiguos habitantes de Rapa Nui no podían escapar de la isla. Por lo tanto, el dilema era cambiar su modo de vida o morir, y fueron capaces de hacerlo”, concluye el investigador José Miguel Ramírez.