Jorge Mario Bergoglio Sivori nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, en una familia de emigrantes piamonteses, provenientes del norte de Italia. A sus 13 años comenzó a trabajar en labores de aseo de una fábrica mientras estudiaba en un colegio industrial. Cuando se preparaba para ser técnico químico, con casi 17 años, descubrió que su vocación era ser sacerdote después de confesarse en la parroquia San José de barrio Flores.

Su camino al sacerdocio no fue fácil. Ingresó primero al seminario diocesano de Villa Devoto y, en marzo de 1958, entró al noviciado de la Compañía de Jesús. Durante su formación como jesuita vivió en Chile durante 1960. Ya de vuelta en su país, se licenció en Filosofía y, más tarde, en Teología. En 1969 fue ordenado sacerdote a sus 33 años.

Una de sus primeras misiones como jesuita fue ser maestro de novicios de la Compañía en 1973. Luego, con solo 36 años, asumió como Provincial de la congregación en Argentina.

En 1986 viajó a Alemania para completar su tesis doctoral en la Facultad de Teología y Filosofía de Sankt Georgen, en Frankfurt. Al volver a Buenos Aires, la Compañía de Jesús lo envió al Colegio del Salvador y, más tarde, a la Iglesia de la Orden en Córdoba, donde realizó un trabajo como párroco y acompañante espiritual.

La vida sacerdotal de Bergoglio está marcada por su austeridad. Su sello siempre ha sido “una iglesia para el pobre”. Esto siguió viéndose reflejado cuando, el 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires. Jorge Mario eligió el lema “Miserando atque eligendo”, es decir, “Lo miró con misericordia y lo eligió”, frase que también consagró para su papado. Seis años más tarde, asumió como arzobispo de la Capital Federal; y el 21 de febrero del 2001 fue nombrado Cardenal por lo que pudo participar en la elección de Benedicto XVI, en 2005.

Cuando Ratzinger anunció su renuncia al papado, el Cardenal Bergoglio era miembro de la Congregaciones para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para el clero, para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica; del Consejo pontificio para la familia y de la Comisión pontificia para América Latina.

Al asumir como Papa, escogió el nombre del santo de Asís. Y, como él, el Papa Francisco se destaca por su sencillez y por la imagen de buen pastor, siendo capaz de dar la vida por cada una de sus ovejas.

Su contacto con la gente ha permanecido durante su pontificado. Visita cárceles, hogares de niños, a gente en situación de calle, estudiantes universitarios, entre otros, y dedica muchas horas saludando a los peregrinos que llegan los días miércoles a las Audiencias Generales del Vaticano. Francisco siempre tiene las puertas abiertas para ayudar a las personas y, especialmente, para acompañar a los que sufren, sin poder dejar de lado su sello de pastor que lo marcó como párroco y arzobispo: “Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos”.