Señor Director:

No le creo a una tarotista, y menos lo considero necesario para predecir un peligro en el próximo gobierno.

La crisis que podría llevar un eventual triunfo de Izquierda como la llegada a la presidencia de la República de Alejandro Guillier es algo que se puede esperar tras finalizar el actual gobierno.

Ya vimos que esta semana la bolsa registró una brutal caída después de 6 años, y un tímido avance hacia la recuperación, panorama de incertidumbre que genera y se vislumbra con el acercamiento al poder de un candidato que, en la contingencia con matices de centro izquierda, es inspirado profundamente por el legado socialista que suscitó a la presidenta Bachelet su eslogan de la retroexcavadora fundada en la idea de desensamblar el esfuerzo prudente de rostros como Mariana Aylwin, Alejandro Foxley y muchos otros que aportaron a la estabilidad de un Chile democrático; Me refiero al actuar de la razonable y moderada centro izquierda de la Concertación, la misma que hoy en parte se escandaliza y se opone a la dinámica destructiva del modelo que levantó a Chile de la crisis humanitaria de la que venía previo a la dictadura, un Chile pujante que nos enseñó la fortaleza de una institucionalidad que sacó a cerca del 50% de la pobreza, nos dio mejores empleos, un Chile estable y próspero, con desafíos -innegable por cierto- en aras de un mejor país en desarrollo.

Ya advertía hace un tiempo atrás Mario Waissbluth a un conocido medio que obviamente, los «ofertones» serán populares: La mayoría de Chile aplaudiría fuertes aumento de salario mínimo, mejoras de las pensiones mínimas, bonos de todo tipo, gratuidad a todo nivel educativo. Pero se necesita una dosis mínima indispensable de evaluación de los impactos que puede tener cualquier decisión de políticas públicas, antes de tirar propuestas al voleo. (Mario Waissbluth, El Mostrador. 7 de abril 2017).

Dosis que la izquierda sin escrúpulos evitó, bajo una tónica reformista, con un deficiente manejo de la economía tras el complejo panorama económico internacional a comienzos del mandato, y donde actualmente la deuda fiscal aumentó a 61.500 millones US$, con 12 mil millones US$ solo por concepto de intereses. Sumado a ello, un gobierno populista que se vio estrecho al no poder cumplir con sus promesas, con un déficit en la recaudación fiscal tras la reforma tributaria, y en educación el congelamiento de un reajuste del aporte por gratuidad de la Ley de Inclusión a los sostenedores través del presupuesto del 2018.

La presidenta Bachelet, sin duda una destacable mujer en el empoderamiento femenino, y su séquito de cómplices e irresponsables carecen de esa dosis mínima: Con reformas confusas, espantando la inversión, desacelerando la economía, agudizando el desempleo y la desigualdad de salarios, tarea de inspiración ideológica, disfrazada de un carisma en nombre de la igualdad y que, por cierto, la continuidad de la obra y de este “legado” socialista podría pasar a manos de Alejandro Guillier en la segunda vuelta entre Chile vamos y el oficialismo el próximo 17 de diciembre.

José Orellana E.

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