Existe una variedad de teorías y ponencias que intentan explicar los orígenes de la homosexualidad desde la perspectiva científica, pero lo más relevante descansa en la forma en que la sociedad reacciona frente a la diversidad sexual

Desde 1974, la homosexualidad fue retirada del cuadro de enfermedades y ya no se le considera una patología sujeta a tratamiento y medicación.

Desde 1974, la homosexualidad fue retirada del cuadro de enfermedades y ya no se le considera una patología sujeta a tratamiento y medicación.

Es tan antigua como el género humano, sin embargo, a estas alturas del siglo XXI sigue siendo una condición inquietante, perturbadora, que pone en apuros a gobernantes y legisladores a la hora de decidir cuáles son los derechos de aquellas personas que han optado por vivir su sexualidad de manera diferente a la que por naturaleza se considera “normal”.

Esa derivación que se desmarca del vínculo tradicional hombre-mujer-hijos, ya existía en las primeras civilizaciones, lo que hace aún más inexplicable que en la nuestra sea causa de asesinatos, golpizas y maltratos, producto, probablemente, de la ignorancia y el silencio en que permanece un tema que debería tratarse abiertamente en todos los planos de la estructura social chilena.

Como ejemplo de ese secretismo cabe mencionar la asignatura de Historia Universal que se pasa en la educación media, la cual omite hasta donde es posible la homosexualidad presente en la Grecia Clásica, que muchos eruditos, como Dover y Halperin, reconocen como una materia central en la política, el arte, la filosofía y la educación helénica. De hecho, la palabra “lesbiana” proviene de la isla de Lesbos, hoy Mitilene, donde la poetisa Safo escribió numerosos poemas de amor dedicados a sus congéneres.

Una clara exposición sobre la homosexualidad a partir de la adolescencia no necesariamente implica enfrentar a los escolares a conceptos de dudosa moralidad. Por el contrario, despejar conceptos a tiempo mediante charlas documentadas por parte de educadores competentes, podría evitar el bullying relacionado con la discriminación sexual, presente en las redes sociales de muchos jóvenes, y de paso, evitar que se transforme en violencia declarada en la etapa adulta.

Tras tantos años de indecisión, se sigue confundiendo la homosexualidad con la pedofilia. La primera se define como “Inclinación manifiesta u oculta hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo” (Enciclopedia Sopena), y la segunda como “Atracción sexual por los niños” (Larousse). Un homosexual puede o no ser pedófilo, pero en esta última categoría pasa a ser un delincuente y su repugnante afición es penalizada por la legislación mundial.

Desde la perspectiva privada, la homosexualidad tampoco es bienvenida al interior de una familia. Muchos entrevistados que declararon aceptar e incluso respetar las diferencias sexuales, admitieron que tener un hijo o hija con esa tendencia sería lapidario, una “verdadera desgracia”. Por cierto hay que reconocer que esa circunstancia no constituye un ideal, pues lo que todos quieren es una prole “perfecta”, pero cuando no ocurre así y un hijo demuestra una inclinación ya sea bisexual u homosexual, lo humanamente lógico y solidario es aceptarlo, o en el mejor de los casos, orientarlo bajo la supervisión de un psicólogo.

No son enfermos.-

En el campo investigativo, el primer obstáculo para llegar a entender la homosexualidad estriba en que se halla inserta en diferentes áreas científicas. Tanto la psiquiatría, la medicina genética y reproductiva, la psicología, la filosofía e incluso la sociología han desarrollado una serie de clasificaciones y denominaciones distintas según su propia visión, lo cual explicaría, hasta cierto punto, la aprensión y el desconocimiento generalizado que se tiene sobre el tema.

No obstante, a partir de 1974, la Asociación Americana de Psiquiatría retiró la homosexualidad del cuadro de dolencias o enfermedades, rechazando la postura de algunos especialistas que la señalaban como un proceso patológico que exigía tratamiento y medicación. Hoy se sabe que básicamente constituye una opción de vida en lo que concierne el uso de la propia sexualidad, con las mismas regulaciones legales que rigen para la población heterosexual.

Las cosas no se hallan tan definidas respecto de los orígenes que tendría una elección que se desvincula por completo de los cánones socialmente deseados y entronizados en la mayoría de las naciones. Existen diversas teorías que van desde lo mítico y religioso, que definen el “fenómeno” como desviaciones debidas a la influencia de fuerzas malignas, o a la voluntad de Dios por conductas perversas, hasta las más evolucionadas de este siglo, las cuales, según Sonia Soriano, doctora en Psicología, de nacionalidad española, se dividen esencialmente, en biológicas y genéticas.

Las teorías biológicas explican el origen de la homosexualidad en base a factores de naturaleza orgánica, según lo cual las hormonas tendrían un rol fundamental en la futura orientación sexual de los individuos, en tanto que los enunciados genéticos postulan que la homosexualidad es, en ciertos casos, innata y estaría por tanto predeterminada principalmente por la presencia de caracteres asociados al cromosoma X de la madre. Recientemente se han desarrollado investigaciones derivadas de esta última teoría con el fin de demostrar que la homosexualidad es hereditaria, pudiendo repetirse en una misma familia, por la línea materna.

Sea cual sea el origen o las causas, lo que realmente importa desde la perspectiva de una sana convivencia, es la forma en que una sociedad reacciona frente a la homosexualidad que se asume a sí misma como una condición diferente pero incapaz de dañar a terceros, que no contamina ni pretende sumar adeptos por cuanto no es una cofradía ni una moda sino una elección particular que se desenvuelve en privado entre dos personas del mismo sexo que han decidido compartir esa experiencia.

Sin embargo, en la actualidad, el Estado chileno todavía no soluciona ni ata los cabos sueltos. De partida, alguien tuvo que morir para que se legislara rápidamente sobre la discriminación sexual, y ello se debió a la ola de indignación que sacudió a la sociedad chilena y a la comunidad internacional cuando Daniel Zamudio, un joven gay, falleció a consecuencia de una golpiza homofóbica en marzo de 2012.

Los primeros cambios positivos se iniciaron en 1998, año en que la homosexualidad pasó a ser legal, quedando establecido que a partir de los 18 años, el consentimiento para una relación de esa índole no estaría jurídicamente penalizada u objetada. Posteriormente se reconoció el derecho a cambiar de sexo y a obtener la acreditación correspondiente mediante documentos válidos para todos los efectos legales.

Actualmente, el acceso igualitario a la unión civil aún no se concreta, como ya ha ocurrido en otros países europeos y latinoamericanos. Aunque el matrimonio entre personas del mismo sexo puede resultar chocante a primera vista, una segunda mirada permite reconocer el derecho a legalizar una relación amorosa consensuada, con las garantías que la Constitución otorga a las parejas heterosexuales que contraen nupcias.

¿Somos homofóbicos los chilenos?

Actualmente, la homosexualidad de los “ricos y famosos” ha ingresado en todos los hogares donde existe un equipo computacional o un simple televisor. Lo curioso es que a muchos les parece casi natural que exista un Elton John que llega a Chile con su marido, o que de la noche a la mañana, algún artista, actriz o cantante “salga del armario” y reconozca con bombos y platillos su condición homosexual, pero a la hora de aceptar que el mejor amiguito del hijo adolescente es un “rarito”, las cosas suelen ser muy diferentes.

Debido al prejuicio que ha generado el silencio sobre el tema a nivel familiar y educacional, todavía se cree que un joven homosexual que convive con sus pares heterosexuales puede de alguna forma contaminarlos, o lo que es peor, “prostituirlos”.

Según el sociólogo Andrés Parra, “la brutal muerte de Daniel Zamudio marca un antes y un después”: “Las sociedades modifican sus conductas no sólo por evolución sino también por reacción a eventos, pero los chilenos somos conservadores. Hay marchas de apoyo y actitudes de tolerancia pero ninguna señora quiere ver a dos niñas besándose en el metro y menos a una pareja de homosexuales adoptando niños. La discriminación sexual no está lejos del machismo, es cuestión de ver la tasa de femicidios, y lo que me preocupa es que como sociedad, se aplique tanta violencia no sólo a homosexuales sino además a las mujeres y a los niños.”-

El profesional se refirió también a las medidas que podrían prevenir la violencia homofóbica y la estigmatización de los homosexuales en el entorno laboral, escolar y familiar: “Es importante que los medios se hagan cargo de su línea editorial, particularmente en el género humorístico. Las risas flexibilizan burlas e insultos; si ello es así, entonces porqué no reírnos de todos, no sólo del “maricón”, “el negro”, “la guatona”, etc. El humor debe ir más allá de los defectos, la verdad es que basar las rutinas en los más discriminados resulta francamente deprimente a estas alturas. Cuando hablamos de igualdad debemos instaurar también el concepto de respeto por todos; no por una opción sexual distinta se es menos, o un bicho raro.-

“Diversidad es aceptar que no somos iguales y ese concepto va más allá de la tolerancia.”-añadió Parra.-Habrá que entender que es algo natural y parte de una sociedad más abierta. Algún día tendremos que explicar a nuestros hijos porqué su compañero de curso tiene dos papás o porqué esas niñas van tomadas de la mano. En ese marco, hay que avanzar en los derechos de los homosexuales; deben tener un vínculo civil formal y oficial que les permita administrar bienes comunes y optar a las franquicias que disfrutan las parejas heterosexuales.”

Si bien la ampliación del matrimonio para parejas del mismo sexo aún es rechazado por gran parte de los chilenos, las opiniones a favor han ido paulatinamente en aumento. En 2004, sólo el 24% aprobaba la unión homosexual, pero en 2009 el apoyo subió al 32% y a un 42% en el universo femenino. Las cifras aumentan entre la población más joven. De acuerdo al Instituto Nacional de la Juventud, el 56% apoyaría el matrimonio homosexual y ese respaldo es notoriamente mayor en los sectores de clase media alta, donde alcanza un 62%

A pesar de esta relativa apertura, aún persisten actitudes que condenan a priori la homosexualidad sin antecedentes o argumentos que expliquen esa homofobia, como ya ha ocurrido en el propio Parlamento, donde un diputado UDI hizo declaraciones discriminatorias contra los homosexuales en marzo de este año, las que fueron rechazadas por la Comisión de Ética de la Cámara.