-El angelito del arco y de las flechas  hace de las suyas en el complejo mundo del amor de pareja y aquello de “hasta que la muerte nos separe” puede tambalearse en cualquier momento.

-El 14 de febrero sigue siendo una fecha ideal para casarse, de acuerdo al aumento de inscripciones en el Servicio de Registro Civil e Identificación que opera en todas las regiones del país.

-Lo que antes se consideraba “pecaminoso” hoy constituye una opción bastante usual entre enamorados que no creen en el matrimonio.

 cupidoViernes 7 de febrero: último día hábil de la semana para sacar, renovar y retirar pasaportes y carnets indispensables a la hora de salir de vacaciones. Las dependencias del Registro Civil de Viña del Mar eran un hervidero de público, y el zumbido de voces subía en la medida que ingresaban más personas al abarrotado lugar.

Una novia vestida de rojo esperaba su turno para ser atendida por el juez de paz que en ese momento estaba oficiando la primera boda de la mañana. Según declaró la joven, su sueño era casarse en el Día del Amor, pero como no fue posible por falta de cupo, ella y su novio habían optado por la única fecha disponible para hacer sus votos matrimoniales.

 Esta escena se repite una y otra vez en todas las regiones del país pese a los altibajos que suelen afectar la relación hombre/mujer en la sociedad chilena y a despecho de la tendencia actual de convivir sin casorio, lo que demuestra que el “sagrado vínculo” sigue siendo una opción, tal vez no preferencial pero siempre presente en el contexto sentimental que une a quienes están dispuestos a formar una familia a la manera de los viejos tiempos.

No obstante, lo tradicional no implica grandes cambios en la estructura básica sobre la cual se va a erigir el compromiso marital: el Amor de pareja es quizás uno de los sentimientos más complicados en la existencia humana y si se disfraza, disminuye o se evapora, entonces la dinámica del matrimonio languidece y eventualmente la relación se va a pique, lo cual no tiene nada de novedoso, ya que siempre ha sido así, sólo que hoy tanto el hombre como la mujer están menos dispuestos a tolerar situaciones difíciles y a la primera de cambio, se separan o simplemente se divorcian.

Durante la primera infancia, lo usual es que los niños no compartan sus juegos con las niñas, y que éstas a su vez  mantengan a los varones lo más alejados posible de su entorno grupal conformando una suerte de clubes independientes que a poco andar se unen y se transforman en cotos de caza en los cuales ambos sexos salen a divertirse juntos. Cualquier ambiente sirve; puede ser la escuela, la universidad, el preuniversitario, el barrio o la calle donde transcurre la vida mientras los chicos crecen y descubren las dulzuras del Amor.

De ahí para adelante, Cupido se encarga de juntar a las parejas y promocionar los matrimonios, los que según el dicho popular “se hacen en el cielo” sin que ello sea obstáculo para que algunos parezcan un verdadero infierno y duren la nada misma. En esos casos, el travieso angelito del Amor renuncia a meterse en problemas ajenos y recorre el país disparando sus flechas sobre otros candidatos, porque sabe que nunca dejará de haber enamorados que se jurarán fidelidad eterna frente a un oficial civil y posteriormente, según las creencias, en el altar de un templo religioso.

                Esa calidad de perenne que es propia del amor de pareja constituye su esencia misma. Toda su belleza, su significado, el hecho de ser el cimiento de las familias, no desaparece por las flaquezas que los contrayentes hayan experimentado en el camino que emprendieron juntos o por las dificultades que se les presentaron y que no pudieron solucionar.

                La celebración del Día de San Valentín pervive justamente por la eternidad de un sentimiento que es común a todos los seres humanos, independiente de cuanto les dure. Así las cosas, cada 14 de febrero será relevante para las parejas felices, solteras o casadas, que se la juegan por las promesas que intercambiaron cuando floreció el romance.

 La otra cara del amor.-

                 Mantener incólume una relación amorosa no es tarea fácil como bien lo saben quienes han atravesado por diferentes tipos de crisis. Cientos de variables atentan contra la relación hombre/mujer, factores que en su mayoría nadie investiga, presiente o analiza cuando se inicia el idilio y las cosas marchan viento en popa.

 De hecho, sólo las parejas que han planeado casarse por la iglesia asisten obligatoriamente a un cursillo de preparación al matrimonio, y en muchos acasos, el novio busca una excusa plausible y manda a su novia a escuchar las charlas. Los que no son tan católicos simplemente “se tiran a la piscina” y confían en la fortaleza de su relación.

Lamentablemente no son pocas las ocasiones en que un pololeo “largo”, un noviazgo o un matrimonio tambalean peligrosamente. Algunos se la juegan por la reconciliación, para lo cual se requiere mucha madurez y un sentimiento muy fuerte, pero otros no resisten los embates y terminan separándose, y esta situación no sólo afecta a las parejas muy jóvenes, sin historial de idilios anteriores, sino también a los adultos oleados y sacramentados por el matrimonio, que supuestamente manejan mejores estrategias en esas lides.

Los factores que inciden con mayor fuerza en las relaciones de pareja suelen ser el dinero y las infidelidades, por sobre otros como la incompatibilidad de caracteres, que por lo general se resuelve en el camino o concluye en una separación amistosa y libre de odios o rencores.

 “Contigo, pan y cebolla”

                 Este es uno de las creencias más arraigadas en la mitología matrimonial chilena y también una de las más peligrosas porque induce a pensar que sólo el amor basta para mantener sana una relación amorosa. La realidad es otra y debido a ello fracasa un montón de parejas bien intencionadas que no midieron sus recursos materiales y económicos antes de compartir un proyecto de vida.

                Si bien muchas chilenas “apechugan” con la escasez pecuniaria realizando dos y hasta tres trabajos, esta solución no resulta si el hombre no logra consolidarse como proveedor del hogar en un plazo razonable. En tal caso, la paciencia femenina se agota y la autoestima varonil disminuye, eso, obviamente, suponiendo que el afectado no es un sinvergüenza o un aprovechador.

                También es factible que dos personas del sexo opuesto que en algún momento se enamoraron, puedan sobrevivir como marido y mujer o simplemente emparejados, cuando de común acuerdo deciden reducir los gastos al mínimo y planificar  el presupuesto sin caer en tentaciones. Pero incluso para esa rigurosidad y madurez se necesita al menos un sueldo base y alguna actividad extra que apuntale los ingresos.

                Dentro de ese esquema, la pérdida del empleo y la llegada de un hijo pueden hacer trastabillar hasta el mejor modelo de economía doméstica, de ahí el peligro de iniciar una vida en común cuando ninguno de los dos puede realmente enfrentarlo.

 “Te prometo que nunca más”.-

                 Si se pudiera utilizar esta disculpa a modo de ladrillo, sin duda que la abundancia de material permitiría dar tres vueltas a la Tierra.  La infidelidad constituye otra de las variables que impactan fuertemente en la relación amorosa, tanto que constituye una causal de ruptura definitiva mucho más frecuente que la pobreza franciscana, tal vez porque hay algo de cierto en aquello de que “errar es humano y perdonar es divino.”      

                El psicólogo clínico Patricio Venegas declaró que no ha visto perdón por infidelidad en 23 años de ejercicio profesional y que no existe borrón y cuenta nueva, porque ése es un tema que vuelve a los pocos meses.

                Según su visión, “es como perder una pierna; se aprende a vivir sin ella pero siempre se echa en falta”.” Ciertamente, perder la confianza en el ser querido que ha prometido ser fiel puede ser tan limitante como un defecto físico que no se ha logrado superar.

 Chile tiene un amplio prontuario de infidelidades conyugales y de las otras. Se estima que un 48% de las mujeres reconoció haber tenido un amante durante su vida matrimonial, y en la esfera masculina la cifra aumentó hasta un 67%. Las encuestas son anónimas y las tasas elusivas, por lo que es posible que los porcentajes sean aún mayores.

                Los motivos más frecuentes para engañar a la pareja son sentirse devaluado o ignorado por el otro, sentirse atrapado en una rutina sin expectativa de cambios y carecer de una vida sexual satisfactoria. Por supuesto, la costumbre de “vitrinear” también ayuda cuando es excesiva y se esconde bajo la apariencia de inocentes y reiterados coqueteos.

 Los que se casan y los que no.-

                 La tendencia a formar nido saltándose el matrimonio es cada vez más usual y lo curioso es que por lo general se trata de uniones exitosas lo cual desmiente la creencia de que están destinadas al fracaso por el solo hecho de no contar con el respaldo que proporcionan  las leyes.

                Las estadísticas de divorcio indican que los lazos matrimoniales no tienen ninguna garantía especial frente a la otra estructura, aparentemente más frágil  por no hallarse legitimada.

                De acuerdo a un estudio efectuado por la Oficina de Estadísticas del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, en cooperación con los institutos de estadísticas de los países consultados, en el año 2012 la tasa de rupturas  en Chile correspondió a 3,6 divorcios por cada 1000 habitantes. Por su parte, el website Separadosdechile.com, especialista en el tema, realizó un sondeo a nivel nacional que arrojó sorprendentes resultados: en abril de 2012 Chile alcanzó el índice de quiebres matrimoniales más alto de su historia con un indicador de 118,5, lo que significa que por cada 100 matrimonios celebrados ante un oficial del registro Civil, un número similar de parejas casadas acudieron a dicha entidad para solicitar el divorcio.

                Ricardo Viteri, director de Separadosdechile, declaró que de seguir esa trayectoria, el país aumentará su tasa de divorcios de 3.6 a 3.9, lo que la ubicará en el quinto lugar entre las naciones con más rupturas conyugales del planeta, después de Puerto Rico, Aruba, Rusia y la República de Bielorrusia.

                Esa línea ascendente se corresponde con las cifras publicadas por el Servicio de Registro Civil e Identificación en cuanto a la cantidad de matrimonios realizados entre 2006 y noviembre de 2012, año en que el número de uniones conyugales descendió de los 66.000 celebrados en 2011, a 58.000. Probablemente las causas sociológicas son muchas y muy variadas, pero la primera lectura lleva a pensar que ante la posibilidad de terminar divorciados, un creciente número de parejas opta por “irse a vivir juntos” y evitarse engorrosos papeleos, lo que no es obstáculo para que muchos de ellos decidan casarse con el correr de los años.

Pero no hay que engañarse: los índices de separaciones y divorcios no impiden que un elevado número de chilenos hayan logrado consolidar sus relaciones de pareja en dicha y prosperidad, y esos son los casos que ratifican la existencia del Amor con mayúscula. No figuran en las estadísticas porque son historias particulares con un final feliz, pero también constituyen un ideal al que todos, en algún momento, deberían aspirar. ¿Por qué no?  Quizás mantener un diálogo abierto, no mentirse, respetar el espacio y la identidad del otro sea una buena receta que vale la pena aplicar a la primera señal de peligro.

 Sigrid Boye