Por Marysol Bustamante.

Decir las partes del cuerpo por su nombre y crear lazos de confianza con los hijos, son la clave para evitar que adultos cometan abusos deshonestos con menores de edad en los colegios, según la sicóloga clínica Carla Silva. Es más, pequeños cambios de conducta, que a veces son atribuidos a la rebeldía, alertan sobre una posible violación.

Tras una serie de casos de violaciones en planteles educacionales, el Ministerio de Educación sacó una guía educativa para ayudar a los progenitores a detectar conductas que puedan denotar que un niño ha sido abusado, tomando en cuenta que generalmente, es difícil detectar al victimario.

Carla Silva sostiene que, para prevenir una situación como ésta,  es primordial la educación de los niños. “Lo único que se puede hacer es fortalecer al niño, educarlos bien. Primero, las partes del cuerpo deben ser dichas por su nombre; explicarles qué es lo correcto y lo que está mal, y dándole la confianza para que el niño cuente las cosas, pero no hay otra manera de prevenir si no enseñándole bien a nuestros hijos”.

Pedófilos y pederastas

Según la publicación del Mineduc, los abusadores no son fáciles de identificar, ya que no tienen un aspecto que los identifique ni tampoco adicciones asociadas que pudieran advertirlo. En muchas oportunidades son personas que, incluso, despiertan admiración y confianza, que en muchos casos están insertos en el entorno familiar.

Por eso, Silva hace una distinción entre pedófilos y pederastas: “Hay varios tipos de abusadores. Esa la persona que es pedófila, que es una perversión, tiene como objeto de amor un niño, pero no siempre significa que abusará de él, puede ser alguien que se controle, se enamore del niño y no lo agreda finalmente, pero sí lo tiene como objeto, aunque no siempre llegará al abuso”.

En tanto, es el pederasta quien comete el delito, ya que como explica la especialista “el pederasta es el que abusa del niño, que no siempre es pedófilo, porque puede ser que nunca se haya acercado a un niño sexualmente, pero tiene algunos rasgos que, en algún momento de crisis vital, puede llegar a abusar de un niño, que no quiere decir que cualquiera que tenga una lo haga, sino que en circunstancia de estrés puede hacerlo, porque tiene rasgos y tendencias”.

Sin embargo, existe un patrón común, que es la falta de empatía. “Algo que atraviesa es que no tiene empatía o escasea mucho, porque tiene una inmadurez emocional que lo mantiene en un estado egocéntrico, priorizando sus necesidades y cuando comete el acto, no está viendo lo que el niño siente, ni se pregunta por lo que está pasando el niño”, dijo Silva.

Otra pista que delata al abusador, es que en ocasiones les muestran a niños escenas de pornografía o les enseñan conductas sexuales, con argumentos tales como “para que aprendan para el futuro”. En este caso, la psicóloga es enfática, y dice que “hay distorsiones, como enseñarles cosas a niños para cuando sean grandes que, no corresponden al sentido común. La falta de empatía es un rasgo sicopático, además hay distorsiones cognitivas que justifican estos actos, o decir que un niño se excita con ciertas situaciones”.

Por esta razón es que los padres deben exigir ciertos resguardos a los planteles educacionales donde mandan a sus hijos, ya que “no hay forma cómo darse cuenta o prevenir, lo único que puede pedir como mamá es exigir antecedentes o evaluaciones sicológicas en un colegio, que la parte administrativa sea rigurosa, pero como madre no hay forma”, sentenció la profesional.

Atentos a las señales

La guía orientadora del Ministerio de Educación menciona una lista de cambios en la conducta que podrían denotar que un niño ha sido víctima de abuso: aislamiento, agresividad y llanto más de lo normal son algunos de los cambios que pueden manifestar las víctimas.

En base a esto, Carla Silva es enfática y sostiene que hay que mantenerse atentos a las señales que los niños entregan diariamente “lo más común es que el niño cambie inmediatamente, pero a veces no se nota. Si es un padre que está preocupado sólo de las necesidades básicas, no se dará cuenta, pero debería haber un cambio significativo”.

Sin embargo, hay menores que son más proclives a sufrir abusos: “un niño que está expuesto situaciones de maltrato o necesidades especiales, es más vulnerable, o que cualquiera lo baña o toca, está más expuesto”.

Es necesario estar atentos, porque el cambio de conducta en el niño es la primera señal, y muchas veces es asociado a problemas de la edad “a veces los padres dicen que están en la edad de la rebeldía y por eso toman ciertas actitudes. No hay que confundirse”.

Consecuencias y recomendaciones

Las consecuencias del abuso sexual pueden ir desde estrés post traumático, hasta trastornos de personalidad en la adultez, lo cual depende de la capacidad de resiliencia de la familia y del tipo de abuso al que haya sido sometida la víctima.

“En el abuso crónico –que se repite por un largo periodo de tiempo- es muy fuerte y  tiene menos posibilidades de recuperarse, porque el niño confunde quien lo cuida de quien lo agrede y el daño es irreversible. Por ejemplo, un pequeño que sea abusado puede tener implicancias en la formación de la personalidad. Cuando es un abuso en un momento determinado y hay un antes y un después, es post traumático y ése daño tiene mayor posibilidad de ser reparado”.

Es aquí donde la familia tiene un rol importante, ya que “tiene que ver cómo la familia enfrenta el problema. Hay gente que se pone ansiosa, no hace la denuncia, pero ese daño cuando es un hito en la vida del niño, y dependiendo de la edad, se puede reparar”.

La psicóloga recomienda que para sobrellevar el trauma, es bueno hablar del hecho. “Lo más importante es hablar de lo que pasó. Hay familias que lo sepultan y lo olvidan y eso es negativo, porque lo negativo hay que sacarlo hacia afuera, la culpa, etc. Pudiendo comprender que la culpa no es del niño y, si la familia no da la posibilidad de que lo pueda contar, queda guardadito y es más difícil de solucionar”.