Eddie Morales Piña, Profesor Titular, Universidad de Playa Ancha.

El título de este comentario podrá parecer incendiario, y lo es, pero en sentido metafórico. Hay dos frases relacionados con él: “ Un disparo a la eternidad” y “Un fuego enciende otros fuegos”; sendas expresiones pertenecen a San Alberto Hurtado, y han servido a títulos de obras compilatorias de los retiros predicados por el santo jesuita, así como también a páginas escogidas de sus innumerables escritos. “Un fuego parala Universidad” (2011) reúne una serie de cartas, retiros a alumnos y a profesores, reflexiones y otros textos en los que el sacerdote santo enciende los corazones de quienes ahora los leemos, y nos preguntamos cómo habrá sido escucharlo en su oratoria sagrada inspirada por Dios. El santo estuvo unido a la universitas desde que ingresó a estudiar Derecho enla PontificiaUniversidadCatólica de Chile, y luego ya sacerdote su ligazón con lo pedagógico y la enseñanza fue notorio y destacado. No hay que olvidar que en Bélgica obtuvo un doctorado en Educación, lo que le permitió ser muy solvente en sus reflexiones pedagógicas y en su enseñanza como maestro.

San Alberto Hurtado, efectivamente, fue un fuego que encendió otros fuegos. Las múltiples vocaciones sacerdotales y religiosas que logró despertar, como también las vocaciones laicales al servicio del Evangelio de hombres y mujeres que iluminados por su ejemplo y su palabra, han encarnado el espíritu evangélico en las tareas temporales de acuerdo al querer del magisterio eclesial.

“Un fuego parala Universidad”, así como también los otros textos que se han publicado del santo jesuita, nos lo muestran como un hombre de Dios; todo fue posible por la intensa vida interior, de espiritualidad profunda, puesto que vivió su vida con un punto focal hacia el cual tendía y de la provenía todo su ministerio. El centro del que emanaba la fuerza que nos ayuda a comprender actividad sacerdotal tan intensa, está en que San Alberto Hurtado fue un hombre eminentemente eucarístico. De él es esta otra frase que lo explica todo: “Mi vida es una misa prolongada”. O esta otra que refleja los frutos eucarísticos en la vida diaria: “¿Qué haría Cristo en mi lugar? El padre Hurtado frente a la  pregunta cuál es la misión social del universitario cristiano, responde: “Pues, el deber social del universitario no es sino la traducción concreta  a su vida de estudiante hoy y de futuro profesional mañana, de las enseñanzas de Cristo sobre la dignidad de nuestras personas  y sobre el mandamiento nuevo, su mandamiento característico: el del amor”. Para el santo chileno, la fe en Cristo debía inspirar el quehacer en la universidad de todo cristiano, integrando orgánicamente la fe con la propia disciplina o con la propia profesión.

San Alberto Hurtado fue, sin duda, un maestro ejemplar, puesto que entendía que el ser educador significa  “revelarle a otro el ser que espera manifestarse en él”. Eso fue San Alberto Hurtado: el fuego que estaba en su ser interior encendía y enciende a quienes tenemos la grave responsabilidad de ser educadores para construir un mundo más justo y solidario a luz del Evangelio.