Si se mira la evolución del movimiento social, se comprueba que el sector anarquista ha llegado a ser hegemónico en el movimiento. Entrampados en la violencia, a los dirigentes secundarios y universitarios les cuesta salir de la dinámica de ocupar las calles. Por esto el movimiento social estudiantil pierde un tiempo precioso que podría orientarse a la concreción de lo obtenido y hacia la organización de una acción cívica efectiva, que trabaje para ser alternativa frente al duopolio que ha impuesto el sistema binominal, proponiendo con seriedad cambios estratégicos dentro de la institucionalidad.

Cabe recordar que son 4 millones de nuevos votantes potenciales los que se incorporan al sistema electoral y quien tenga ideas y capitalice esa energía podría dar vuelta la política, caminando luego sin violencia hacia reformas políticas profundas. Si, por el contrario, se pretende generar una asamblea constituyente desde la calle, sin negociación política – esencia de la democracia- se está en un terreno inviable y sin destino, salvo que se quiera generar un escenario nihilista de demolición institucional. Esto le hace el juego a los sectores más conservadores que apuestan al desgaste del movimiento estudiantil.

La inmadurez política y también mucho de ignorancia cívica, son causas, a mi juicio, de esta actitud errática del movimiento estudiantil, que  ha dejado en parte a esa movilización social como una retórica poética o una catarsis visceral y hedonista, donde te diste el gusto de sacar fuera tu bronca y ahora esperas que de nuevo se acumule, sentado a la berma de la institucionalidad, sin asumir compromisos, con desidia y apatía. Hay en esto una suerte de contaminación social un reflejo de lo que somos como sociedad, con generaciones que se han formado en la distorsión a la verdad, con muy escasa concreción de resultados.

Se extraña la falta de profundidad de la movilización, más allá de ocupar las calles. No han surgido a partir de ese potencial, campañas masivas que hayan empujado  a una acción coordinada, por ejemplo,  de boicot efectivo a los hitos emblemáticos del lucro, por su grado de abusos y de corrupción, por malas prácticas metódicas y persistentes. Se extraña que la dirigencia juvenil no haya hecho un llamado a acciones que le duelan al sistema. Por ejemplo, si se propone  terminar con Universidades mercantiles, que no resisten un chequeo de calidad mínima, que no tienen profesores de jornada completa, que  dictan clases sin  contar con bibliotecas, que nada investigan, que inventan carreras sin destino, que captan a estudiantes de 400 puntos en la PSU, ¿porqué no coordinar una renuncia masiva de alumnos desde esas entidades  exigiendo que el Ministerio de Educación les retire la autorización para seguir operando? Eso sí sería noticia.