Reflexionando sobre los desafíos de emprender, sobre el coraje de quienes impulsan sus proyectos y se las juegan por ellos, saltaron estas dos palabras que es preciso aclarar.

¿Qué es ser competente? Es tener el conocimiento, habilidades y actitudes como para realizar algo con una calidad que satisfaga a su usuario o consumidor. Es conocer y realizar acciones con seguridad para obtener un buen resultado. Esta cualidad es combinación de los talentos innatos más la formación, experiencia y capacitación que va capitalizando la persona.

Por otra parte, ser competitivo significa tener la capacidad de presentar un producto o servicio para que pueda ser aceptado por las personas que requieren esa atención, con un parámetro de aceptación en el mercado, a un precio razonable.

Obviamente, un proyecto es en esencia colocar en blanco y negro las capacidades para lograr el estándar que pide el consumidor y como esto es dinámico, siempre hay que ir mejorando, para conquistar a un cliente que no es fiel y que busca siempre un mejor trato al comprar.

El factor empresarial, tantas veces estigmatizado por hacer del concepto sinónimo de malas prácticas, es clave para generar riqueza y provocar movilidad social. Los emprendedores son ese patrimonio intangible que va aportando progreso a la comunidad y están por esencia muy lejos de los monopolios o las colusiones. Son personas que aprendieron a ser competentes  y no temer a la competencia, siempre que sea leal y no depredadora.