En marzo de 2025, el Gobierno busca completar la expropiación de 116 hectáreas del terreno conocido como Colonia Dignidad, hoy Villa Baviera, ubicado en el sur de Chile. Esta acción, instruida por el presidente Gabriel Boric, pretende transformar el exenclave alemán en el sitio de memoria más grande del país, en honor a las víctimas de violaciones a los derechos humanos cometidas en ese lugar durante la dictadura militar.

El proceso afectará a 122 colonos, quienes deberán venderle al Estado terrenos que incluyen sus viviendas, fábricas, un hotel y un restaurante.

“Prácticamente nos están quitando toda nuestra existencia”, lamentó Markus Blanck, uno de los directivos del enclave y descendiente de un excolono acusado por complicidad con Paul Schäfer.

La decisión ha generado una ola de inquietud y resistencia entre los habitantes de Villa Baviera. Muchos de ellos, nacidos allí o llegados durante la administración de Schäfer, han expresado que, pese al pasado oscuro, han logrado reconstruir su vida en ese lugar.

“Los colonos conocen cada árbol, cada muro. Aquí sufrieron, pero también trabajaron. Quieren mantenerlo como un símbolo de esfuerzo y transformación”, expresó Anna Schnellenkamp, nacida en el enclave y descendiente de uno de los cómplices del régimen.

Colonia Dignidad fue durante décadas un enclave cerrado donde se cometieron abusos sistemáticos, incluyendo tortura, esclavitud, desapariciones y detenciones ilegales. Según datos oficiales, al menos 26 opositores al régimen militar de Pinochet desaparecieron en la colonia.

“Va a ser el sitio de memoria más grande del país”, aseguró el ministro de Justicia, Jaime Gajardo, comparando el futuro memorial con los campos de concentración nazis en Europa.

La colonia funciona actualmente como un centro agroindustrial, con más de 200 trabajadores chilenos y negocios abiertos al turismo. Pero este modelo de vida quedará desmantelado tras la expropiación.

Desde el Gobierno aseguran que el proceso es legal y contempla una compensación justa por los terrenos. Pero los colonos aún no definen si permanecerán en los terrenos que no serán expropiados o si abandonarán definitivamente el enclave.

“Uno siente una especie de venganza. Somos los hijos de los que cometieron errores, pero también fuimos víctimas”, dijo Blanck, reflejando el profundo quiebre interno que vive la comunidad.