Soy Marcelino Lucero Grandón, padre de 3 hijos, abuelo de 5 nietos, ex militar, exempleado público y discapacitado. Me gusta mucho el deporte… en este momento puedo decir que soy extenista en silla de ruedas, incluso formamos un club. Ahora estoy trabajando en Banco de Chile y por motivo de la cuarentena estoy en mi casa.

La pandemia, ¿ha provocado cambios?

Si, efectivamente, y es cierto que hay una incertidumbre, no sabemos cuándo va a terminar o qué va a pasar, pero desde el primer día en que se declaró en Chile la pandemia el Banco envió, a todos los empleados mayores de 70 años y a quiénes tuvieran alguna enfermedad preexistente que pudiera ser fatal con el Covid, a sus casas. 

Así es que tuve que hacerme una rutina. Primero que todo, seguir levantándome temprano, leer el diario, atender mi correo, leer un libro, me dediqué a programar mis días, incluyendo todas las cosas que yo podía hacer. Obviamente, no olvidé el contacto con mis amigos, también me preocupaba de mi celular y ya por las tardes, empezaba a hacer llamadas a mis amistades y contestaba el correo.  

En realidad, no he sentido mucho el cambio. Vivo con mi señora y el encierro nos ha servido mucho, porque antes yo trabajaba y ella también y, prácticamente, no nos veíamos, salvo los fines de semana, entonces todo esto llegó a enriquecer nuestro matrimonio en el sentido de la amistad, de entendernos más, de sorprendernos de algunas cosas que habíamos dejado pasar y que ahora, ya estando solos y teniendo tiempo para conversar, nos hemos dado cuenta. 

Ha sido muy grato tener a nuestro alrededor a nuestra familia en este tiempo, hoy nuestros pequeños nietos y nietas, que están más o menos cerca, y los que no, podemos hablar con ellos por teléfono o por Zoom y, también me he podido comunicar con algunos amigos que también me llaman y me hacen sentir que están conmigo. 

En definitiva, no me ha sido difícil este encierro, ya llevo casi 6 meses y lo único que me preocupa es estar desconectado de mi trabajo. Como nos mandaron a la casa por prevención por la edad, no nos dejaron con laborea para realizar en el hogar.

En un principio intentamos el teletrabajo, pero no se pudo hacer, no sé que habrá pasado, no sé si mi computador no era muy apto para trabajar online, pero de todas maneras eso no ha sido impedimento para que, cada 15 días, me envíen un mensaje para saber cómo está todo en casa, qué está pasando y haciendo saber si es que tengo que entrar o no laborar. Así es que, en realidad, no ha sido difícil este tiempo, he leído hartos libros y me he entretenido bastante.

Aprendizajes y reencuentros en cuarentena

El primer reencuentro que puedo mencionar es que con mi esposa, empezamos a compartir la cocina, ella hace una parte del almuerzo y yo hago otra, entonces un día ella lava los platos y yo lo hago al siguiente, pongo la mesa, en fin, tenemos momentos especiales también, como algún brindis conmemorativo, por ejemplo.

Siento que he vivido momentos muy agradables, porque hoy hay más tiempo, más relajo. Cuando se está en esta condición de “recluido”, tiene más espacio, tiempo y calma para poder conversar más a fondo sobre temas familiares, es más rica la charla. 

La respuesta ya no es tan inmediata y cortante como antes, cuando uno respondía “no”, “no tengo tiempo”, “más rato” o “mañana lo vemos”, no, ahora es más profunda, con mucha más calma y razonamiento. Además, que los años te dan una calma y una tranquilidad para poder conversar más a fondo y responder con más detención y análisis, lo que es muy bueno.

Cuarentena, discapacidad y tercera edad

Por lo que he leído en el diario, hay mucha crítica y reclamo de gente mayor de 75 años, porque se sienten discriminados, en el sentido de que, primero, no los dejaban salir, después, se les permitía por una sola hora y con alguien al lado. No es que uno quiera pasar por sobre la norma, pero en mi caso yo puedo salir solo, salgo a cualquier lado, voy al supermercado, a la feria, a donde pueda o tenga que ir y desee hacerlo. 

Eso depende de cada uno, porque no puedo pensar que para hacer algo tengo que andar con otra persona a mi lado para que me ayude. Cuando me enfrento a una subida fuerte, que no me la puedo solo, sé que no va a faltar la mano de una persona amable que me va a dar un empujoncito. Uno tiene que atreverse a hacer lo que uno quiere, respetando las normas, por supuesto. 

Lo que percibo en la calle hoy

Al ir al supermercado, yo ando en mi silla de ruedas y debo llevar el carro al mismo tiempo, tengo que llevar los dos vehículos por mí mismo, así es que tengo que andar más lento y eso me ha permitido darme cuenta de que toda la gente anda corriendo.

Todos entran y andan apurados, con el carro de acá para allá y ahí veo que las personas no sé si están angustiadas o estresadas por estar “guardadas”, la cosa es que me da la sensación de que salen creyendo que va a faltar todo, que se va a acabar. Eso me ha llamado la atención últimamente.

En las calles también las personas andan rápido y tratando de pasarse unas a otras, pero respetan a las personas en silla de rueda… cuando necesito ayuda o ven que voy en una parte “difícil”, siempre hay alguien que se ofrece a ayudarme, algunas personas me dicen “yo voy hasta la esquina, si quiere te ayudo para que no gastes mucho los brazos” y yo acepto, una ayuda nunca está de más. 

En ese sentido hay más solidaridad, más empatía con el otro. Pero en este tiempo lo que he observado es el apuro por llegar, por comprar, a lo mejor porque se va a terminar la mercadería, no sé, eso me sorprende en verdad.

Cuando usas silla de ruedas primero que todo, debes tener buen estado físico, porque si no, se siente más pesado y cuesta moverte. Ahora que las calles están más desocupadas y se puede pasear tranquilamente por todos lados, uno se puede dar cuenta del deterioro de las calles, las veredas y los rebajes que tienen que haber en las esquinas.

Ese desgaste es más palpable ahora, esta cuarentena me ha ayudado a mirar mejor, porque antes uno trataba de esquivar no más y se confundía dentro de la gente, pero ahora te das cuenta mucho mejor de que las vías no están en buen estado para las personas como yo. .

Covid-19 nos ha enseñado a…

Hay tantas cosas interesantes que hemos descubierto con esta pandemia que ojalá se queden como, por ejemplo, comunicarnos por Internet, que para mi generación era impensable, y hemos logrado aprender y le vamos a tener que sacar provecho.

En lo laboral, creo que hemos aprendido que no es necesario ir al trabajo, andar en bus, en auto, exponerse, ya puedes hacerlo desde tu casa, por supuesto que hay profesiones que deben ser presenciales, pero esto que hemos descubierto, el trabajo online, llegó para quedarse yo creo que para siempre. 

Ahora más que nunca te dan ganas y quieres abrazar a tu familia, a tus amigos… a tu gente. Todo esto ha hecho renacer el cariño filial, paternal y cuando se termine la pandemia nos vamos a juntar, a abrazar, le vamos a tomar más importancia a ese abrazo, a esa junta en la que vamos a recordar cosas pasadas. Vamos a atesorar más estas reuniones y estos cariños, nos vamos a cuidar más y eso nos va a servir en el futuro.

He visto varios videos de obras de personas que, desde sus balcones, van tocando, cantando o haciendo conciertos desde sus casas o departamentos. Todo esto ha sido muy lindo. Ahora, casi todas las municipalidades, sobre todo de Santiago, hacen conciertos de música clásica u otro tipo de presentaciones online a las que uno se puede conectar, y son gratis.

Antes no era fácil ver estas muestras de arte, por precio o por distancia física, sin embargo, ahora tú desde tu casa, tranquilamente las puedes apreciar con mucha comodidad y atención. Hay muchas cosas que nos ha traído esta pandemia que creo que van a quedar y espero que nos ayuden para ser un poco mejores personas.

Cuando vuelva la “normalidad”

Se echa de menos ir al trabajo, estar con los compañeros, en ese ambiente que estás sirviendo, porque yo trabajo en servicio al cliente, en el mesón y atiendo gente directamente, además de realizar otras labores administrativas.

Me gustaría seguir en contacto con el público y seguir en el tenis, porque tengo pensado seguir practicando este deporte. 

Cuando esto pase, espero poder preocuparme de rescatar los implementos de nuestro club de tenis, que están en dependencias del Sporting Club, en donde estuvimos por bastante tiempo y hoy, por problemas judiciales ajenos a nosotros, no podemos acceder a nuestras cosas. 

Así es que, por el momento, los niños que siguen perteneciendo a nuestro club, van a Forestal, a un lugar que la Municipalidad les presta para entrenar y jugar. 

De eso tengo que empezar a preocuparme y estoy viendo otras cosas que hacer, pero no en la misma área, sino que tengo ideas nuevas, más que nada, directamente respeto del deporte en general, sin olvidar lo que es fundamental para mí: el tenis en silla de ruedas.

Nuestro país y la inclusión

En la inclusión, estamos poniéndonos al día rápidamente. Cuando llegué de Santiago, después de rehabilitarme de mi accidente, a Viña del Mar, en el año 72, teníamos un grupo de gente discapacitada que nos juntábamos, especialmente para hacer realidad en nuestras vidas una nueva ley que había salido y que le permitía a los “lisiados”, como se nos decía en ese tiempo, importar un auto con beneficios tributarios que se traducían en un auto acondicionado para nosotros y a un precio especial… todos nos preguntábamos por el auto. 

En ese contexto, se me ocurrió a mi que, en vez de preocuparnos sólo de ese asunto, cultiváramos la amistad e hicimos varios talleres, como uno de joyería, tuvimos una parcelita en Casablanca, donde plantábamos nuestras cosas. 

Formamos una asociación de discapacitados y en juntos se nos ocurrió ir a mirar las industrias del sector y terminamos yendo a Té Supremo, que está en Valparaíso y preguntamos si tenían una actividad que se pudiera realizar sentado.

Nos llevaron a una sala donde había una línea de producción, allí se hacían las bolsitas de té y, de repente, se paró la máquina, hubo un problema y quedó un montón de bolsitas juntas que ya no servían en el sistema. Había que tomarlas, separar bolsa y té y nos ofrecieron hacer eso. 

Nos organizamos, la empresa nos puso un televisor, escritorios, un gran mesón donde llegaban las cajas con bolsitas de té y armamos ese emprendimiento. El 10% de lo que ganábamos iba para nuestra institución, para nuestros paseos y actividades, lo demás era para la gente que trabajaba ahí. 

Ese trabajo tenía la finalidad de ordenar a la persona laboralmente, que tuviera disciplina, en el sentido de cumplir horario, que supiera lo que era cumplir horario, ser jefe, estar a cargo de eso, qué era responsabilidad. Era toda esa cosa laboral de la que los discapacitados estaban tan lejanos en ese tiempo; y ahí nos costaba mucho, primero que todo, andar por las calles.

Pero no había un respeto, nos miraban muy mal. De hecho, los familiares de los discapacitados, en esa época, los tenían fondeados, no los dejaban salir, una porque les daba miedo y, otra, porque al parecer era mal visto que una familia tuviera un “lisiado”. 

Hemos avanzado mucho. Teletón hizo una gran labor, como que despertó la sensibilidad y conciencia de las personas respecto de la discapacidad. Hoy en día, yo trabajo gracias a la ley de inclusión. Yo ya sabía que venía y empecé a averiguar y, a través del diario, supe que podía trabajar en el Banco de Chile, me presenté y estoy trabajando sin problemas.

Vamos avanzando, aunque falta, no todo está hecho… las calles, hay calles que están muy “lentas”, por ejemplo, en la Avenida Valparaíso hay que ir esquivando los hoyos y si te mueves hacia otros sectores, las vías están llenas de baches, de excrementos de perros, lo que es un peligro para los que usamos silla de ruedas.

Aún así, creo que vamos por buen camino, se quedó la inclusión laboral y tiene que seguir adelante la parte cultural, entrar a las universidades, que ha sido difícil para poder ingresar, pero ahora ya hay mayor conciencia.

Mensaje para la nueva sociedad inclusiva

A pesar de que creo que es un poco pretencioso de mi parte el querer entregar un mensaje a la comunidad en general, de todos modos, quisiera dirigirme a las personas en el sentido de su espíritu, de su alma, en que nos miren como iguales, y que podemos ser distintos en la forma de pensar, de ser, de caminar, etc., pero al final somos todos seres humanos. 

En este tiempo tan difícil, en que toda la actividad humana se ha visto afectada, lo económico, lo político, por toda la incertidumbre que nos ha traído la pandemia, creo que es el momento que tengamos calma, paciencia, que nos encontremos unos con los otros, no nos miremos en más ni menos, somos todos iguales- Al final llegamos todos al mismo lugar. 

Yo creo que por ahí va mi mensaje, es un poco general, no dirigido solamente a los discapacitados, a lo mejor nosotros necesitamos un poco más que nos consideren iguales a todos, pero en general, todos tenemos la posibilidad de poder emprender, no nos miremos en menos, todos podemos llegar a ser alguien.


Proyecto financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de Valparaíso