Proyecto financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de Valparaíso


Soy Mirko Flores Bascuñán, tengo 25 años y soy enfermero universitario de profesión. Además, soy bailarín folclórico desde los 12 años y, desde hace 7 años, pertenezco al Ballet Folclórico de Viña del Mar, BAFOVI.

Terminé la Universidad en diciembre. Realicé mi internado y práctica profesional en el Hospital Eduardo Pereira de Valparaíso. Finalicé esto último en diciembre, en enero llené unos papeles y en febrero ya me estaban llamando a trabajar. 

Ya se hablaba un poco de la pandemia, pero todavía en Chile no estaba establecida. Ya en marzo me dicen que necesitan más profesionales por la contingencia. Recuerdo muy bien ese día y en ningún momento dudé en decir que sí y así empecé a trabajar. 

Como había viajado a México, tuve que esperar para entrar a trabajar, porque yo estaba en cuarentena, la jefa del hospital me esperó y partí directamente a trabajar con los pacientes en medio del tema de la pandemia.

El tema familiar

Es super complejo, yo vivo con mis padres Y tengo muy buena relación con mis hermanas, que son mayores, y yo creo que no hubo persona de mi familia que me haya dicho “Mirko tu no necesitas lo económico, quédate en la casa, te vas a contagiar, te puedes morir”. 

En contra de la corriente, creo que no escuché a nadie, partí a trabajar no más; les comentaba que era mi vocación, que yo a pesar de que estudié en el área de la salud, jamás pensé que iba a llegar una pandemia y menos recién egresado, pero yo no dudé en ningún momento en partir al trabajo, en pensar en los pacientes, en las personas que lo necesitan y las que necesitaban que yo gestionara sus cuidados, así que no lo pensé en ningún momento.

Hoy en día, esta tensión familiar se mantiene. He pasado sustos, como muchos profesionales de la salud, se contagió una de mis amigas enfermeras que me venía a buscar en auto para que yo no me contagiara en transporte público. En ese momento, fui enviado a cuarentena por contacto estrecho, me hicieron el test y salí negativo, pero en esos días me tuve que aislar y mi familia estaba de muerte. 

El miedo constante de mi mamá, mis hermanas, mi papá me llegaba sin querer, porque estaban muy asustados. Ahora me preguntan cómo me fue en el trabajo y les cuento algunas historias, pero el temor de la familia, de tener la posibilidad de ver a un ser querido contagiado y que se pueda agravar yo creo que se mantiene.

Para mí, el miedo no está en contagiarme o caer grave, en verdad a mí no me da miedo eso, lo que me asusta es contagiarme, contagiar a alguien de mi familia y que “por mi culpa” se muera algún ser querido.

La relación con los pacientes

De trabajar sin ningún elemento de protección personal y pasar a vestirse con todo un traje que, como le dice la gente, «parecen astronautas», fue complejo. 

Al principio el virus no se conocía, se sabía que el contagio era vía gotitas, pero no se conocía la forma de reproducción ni cuántos días se incubaba, entonces era super complejo tratar a los pacientes. 

Si bien yo estaba en el área de pacientes que estaban negativos de coronavirus, le tomábamos la prueba para que pudieran ir a pabellón y después los pacientes salían positivos. 

La pregunta diaria era “¿qué paciente estará positivo o negativo?” y en verdad, al principio, era muy angustiante para todo el equipo, médico, enfermeros, técnicos en enfermería e incluso auxiliares de servicio; para todos fue muy complejo el inicio. Si bien aún todo sigue difícil, en el primer momento fue muy angustiante para todos.

Hoy, puedo contar que tuve una técnico, Patricia, que la recuerdo con mucho cariño.  Ella se enfermó, estuvo grave… de un momento a otro supimos estaba grave en la UCI, fue muy complejo para nosotros. 

Se contagió mi mejor amiga, algunos familiares y así empezó a suceder. Con esto que sucedía se tuvo que “aperrar” para poder seguir adelante. Siento que eso es lo que hoy en día mueve mucho al personal de salud: la vocación y el amor de servicio. Siento que todas las personas que están en la “primera línea”, de alguna u otra forma lo sentimos igual. 

El día a día hospitalario

El servicio de cirugía del hospital está conformado por diferentes turnos. Al llegar, me entregan el turno, y hemos aprendido a enfrentarlo con alegría, porque si llegamos bajoneados, no llegaríamos a ningún lado.  

Nos saludamos anímicamente y yo, como enfermero jefe de turno, debo alentar a mi equipo, porque si yo no lo hago, nadie más lo va a hacer. Nada que decir de mi enfermera supervisora, siempre animándonos, preguntando cómo estamos, super preocupada de nuestra salud, pendiente de cualquier síntoma. 

Aunque no se logre hacer reunión grupal por la mañana, se generan instancias para compartir y expresar las emociones y lograr entender al compañero, porque hemos estado todos estresados y ansiosos, pero es necesario entender que todos estamos igual… el apoyo dentro del mismo equipo de salud ha sido fundamental durante toda esta pandemia.

En este momento, los sentimientos están a flor de piel. Hay momentos de calma, pero también de desesperación, ansiedad y preocupación, sobre todo cuando un compañero de turno se enferma y se contagia.

Hay pocos trabajadores de la salud a nivel nacional, cuesta encontrar técnicos en enfermería, y los profesionales que están trabajando ya están cansado. Ya había una sobrecarga, pero con la pandemia esto se acrecentó. El personal de salud está cansado, ansioso, nervioso…

Nuestra salud mental se encuentra afectada. Me da mucho miedo lo que pueda pasar cuando ya se acabe la pandemia, cómo se va a llevar a cabo el retorno a lo normal. Yo creo que ahora deben existir muchas licencias médicas por salud mental. Hemos tenido mucha sobrecarga laboral por el Covid-19 y después de 3 meses, el cuerpo ya se va resintiendo.

Se ha generado una red de apoyo del Servicio de Salud con sicólogos y terapias. Nos han dado tips, pero es difícil. La mayoría de los profesionales de salud tienen conocimientos en lo sicológico, pero estando in situ es complejo.

Es fuerte ver que alguien llega bien, tiene coronavirus y tres días después fallece, no hay terapia de manejo de estrés y ansiedad que maneje eso.  Somos personas, tenemos sentimientos.

La realidad de los pacientes

Me llego a emocionar de recordarlo. Antes de que empezara la pandemia, intentaba interactuar mucho con los pacientes, de preguntarles de su vida, de su historia, de cómo se enfermaron, etc., pero ahora pasa que uno no puede tener mucho contacto con ellos… lo justo y necesario para la atención. 

Si bien la atención incluye la parte sicológica, había que restarle un poco por lo peligroso que esto es, pero los pacientes se dan cuenta y valoran y agradecen el esfuerzo que uno hace por ellos, porque a pesar de que nos paguen, estamos poniendo en riesgo nuestras vidas.

En verdad acá la plata no vale nada y los pacientes valoran que uno está ahí día a día. Tengo pacientes que están hospitalizados hace mucho tiempo y esperan que uno llegue al turno para, a veces, alegrarlos con un chiste o talla. Eso lo agradecen, al igual que los familiares. 

Los parientes de los hospitalizados, por ejemplo, de una madre de familia, se empiezan a desesperar, y es ahí donde resultan bien los llamados telefónicos, en los que entregamos la mayor información que podemos. Eso lo agradecen mucho.

En mi caso, al contestar el teléfono y a pesar de tener mucho trabajo, me doy el tiempo de contestar y decirles “Hola, tu mamá está bien, está tranquila, ¿necesitas darle un recado?”, y yo después le daba el saludo a la señora y esa familia quedaba totalmente agradecida.

Historias que tocan el alma

Tengo varias historias, tal vez en cada turno surge una diferente. Ahora último sucedió una que marcó y va a marcar mi carrera y mi vida. Tuve una paciente que tenía cáncer terminal, que ya no tenía vuelta a atrás y que lo único que se le podía entregar eran los cuidados básicos y paliativos, porque estaba descompensada y no podía ir a morir a su casa.

Entablé una relación muy cercana con ella, sabíamos que en algún momento iba a fallecer. Me contó de su historia y de su familia. Tuve contacto con ellos, porque me llamaban a diario para saber cómo estaba. 

Ella tenía una hermana en Suecia que me llamaba en la madrugada, como tenemos turnos de 24 horas, yo estaba despierto y en turno, lo que era ideal para mí porque en esa hora no “había tanto trabajo” y yo podía entregarle más tiempo, por lo que entablé un contacto estrecho con la ella. 

Esta paciente estaba en sus últimos días, sabíamos que podían ser sus últimas horas y accedimos, en conjunto con el médico y el equipo, a que la familia fuera a visitarla 5 minutos para despedirse, obviamente que con todos los elementos de seguridad.

Me llamó su ahijada, que era como su hija, y me pidió si yo le podía realizar la unción de los enfermos. A pesar de que soy católico, le dije que no sabía hacerlo, pero sí que tenía la disposición a ayudarlos. Me dijo que tenían un sacerdote amigo de la familia, que podía llamarme para realizarla en conjunto. 

Me trajeron un algodón con aceite, me llamó el cura Miguel y me dio las instrucciones para realizar el sacramento católico.  Fui a la sala en donde se encontraba la paciente, que es para 8 personas, por lo que no estábamos solos.

Las demás pacientes se percataron de lo que iba a hacer, porque me persigné y les pedí que guardaran un poquito de silencio. En ese momento, empecé a hacer lo que el padre me iba diciendo y las palabras que él iba mencionando, en ese momento miré a las demás enfermas de la sala y me percaté de que estaban todas orando. Todas con sus manos en modo de oración…

Sentía cómo ellas rezaban murmurando y yo estaba con los sentimientos a flor de piel, la paciente estaba ida, agonizando, entonces para mí fue un momento muy potente. Terminé de hacer esto y quedé muy agotado emocionalmente, mi equipo de trabajo se dio cuenta y estaban todos emocionados.

Cuando terminé de hablar con el cura, me agradecieron un montón y les dije que no me agradecieran tanto, porque dentro del contexto de enfermería, se realiza la gestión del cuidado.

En la Universidad nos enseñan que entregar el cuidado al paciente no es solamente la técnica (tomar la sangre y presión), es también abarcar la parte emocional y sicológica de los pacientes. Por esto yo me dije “tengo que hacer esto, así es que no dudé en realizar la petición de la familia.

La paciente falleció dos días después y quedé tranquilo, nosotros hacemos turnos de 24 horas y tres días libres, pero justo me tocó ir a reforzar ese día el turno y ahí ella murió. 

Si bien nosotros somos seres humanos y tenemos sentimientos, se nos mueren pacientes muy a menudo, pero con esta paciente el equipo había entablado una relación muy cercana. Sentimos mucha pena en el momento, pero yo estaba muy tranquilo porque ella pudo descansar en paz, se le hizo su último sacramento, que era lo que necesitaba, así es que me dejó muy tranquilo por ese lado.

Lo que sucedió con esta paciente al final cambió para las demás pacientes que lo presenciaron su relación con la primera línea. Todas quedaron muy emocionadas y agradecidas. 

Aprendizajes

En lo personal, he aprendido mucho. Primero, he aprendido en mi trabajo a ser persona, con todos los hechos que he vivido y que he contado, pero siento que a nuestra sociedad todavía falta un poco de conciencia. 

Aun así, creo que mucha gente ha logrado ver todo el esfuerzo que estamos haciendo como primera línea, con lo que muestra la televisión, siento que la gente ha tenido más conciencia en cuanto al tema de la pandemia.

Si bien por orden sanitaria y por la autoridad, estamos en cuarentena, estamos encerrados por decirlo de alguna manera, la gente ha logrado comprender el por qué: porque puedo salir, me puedo contagiar y me puedo morir rápido. 

Esa conciencia al principio no estaba, pero se ha ido generando. Claramente falta, pero sí siento que la gente está aprendiendo mucho, a escuchar, a acatar y a aprender nuevas formas de vida, también. 

El poder comunicarnos vía web ya está integrado, estamos aprendiendo a relacionarnos de esta manera. 

¿Y el baile?

Está complicadísimo. Esta pasión la vivimos “en digital”. Comencé a bailar desde muy pequeño y al BAFOVI entré a los 18 años. Es una disciplina muy rigurosa, tenía ensayos 3 veces a la semana y los fines de semana, presentaciones… hasta que llegó la pandemia. 

El Covid-19 llegó a atacar a todos los folcloristas a nivel nacional e internacional, dejándolos sin poder realizar los ensayos, nos quedamos sin presentaciones. Estuvimos estancados al principio y pensábamos que para agosto o septiembre íbamos a volver, pero acá estamos…

Comenzamos con las clases y ensayos online, tal vez con menos tiempo a la semana y, obviamente, sin presentaciones, pero en el mundo del folclor se ha dado algo muy interesante, porque se han creado redes y lazos a nivel internacional. 

Se han hecho festivales online, en donde cada grupo comparte su presentación grababa y se pueden ver los grupos. Se han hecho conversatorios, a nivel nacional e internacional, por ejemplo, en BAFOVI se han dictado clases desde Ecuador, Paraguay y Argentina. 

Hemos generado una red internacional muy importante para el folclor, porque en Chile cuesta mucho sacar estas cosas adelante, no hay muchos fondos, así es que con la pandemia y el tema online, vemos este apoyo y también se puede rescatar algo bueno.

El folclor nace desde la identidad, del saber del pueblo, de la experiencia, de las vivencias. El folclor incluye muchas cosas. Esta pandemia va a marcar una identidad, un antes y un después. Tal vez, en unos 40 o 50 años más se va a generar un baile específico y se va a decir “esto se bailaba post pandemia”. Lo hemos conversado con mis compañeros “a lo mejor cuando seamos viejos recordaremos que luego de la pandemia teníamos que bailar separados. 

Los enfermos, la conciencia y el alta

Por lo que he visto, los contagiados pueden dividirse en dos, los que no saben cómo adquirieron la enfermedad y los que tienen claro el momento del contagio.

Tuve un paciente que era trabajador de la feria, se contagió, estuvo mal, a punto de morir, conectado a un ventilador en la UCI, se recuperó, el me comentó que nunca tuvo ningún cuidado. 

La gente no se cuida y es la dinámica que se va repitiendo con los demás pacientes que dan positivo. El no manejo de lo básico que te enseñan en la televisión: uso de mascarillas, distanciamiento social y lavado de manos con agua y jabón.

He podido ver la rehabilitación de pacientes y ellos agradecen cuando les damos las indicaciones de alta dadas por el doctor. Hay un cambio de switch, de mentalidad, de cómo llegaron y cómo se van. 

Se van agradeciendo, porque pudieron ver a la primera línea y se van con una tremenda historia de vida, yo creo que a contarle a toda su familia, de cómo el profesional de la salud se está esforzando por esas personas que no se están cuidando. 

A pesar de que ver que los pacientes se vayan de alta es algo rutinario, en el momento es algo gratificante. Cuando te dan las gracias, uno se siente con el pecho inflado, diciendo “yo me esforcé por este paciente”. Esos detalles son los que me siguen fomentando mi vocación de servicio. Cuando el paciente me dice “Gracias me voy feliz” es que yo me voy más contento a atender al que está al lado de él. Esas cosas son las que me llenan el corazón.


 

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Capítulo 8- En la primera línea de la pandemia

Mirko Flores Albornoz enfermero clínico nos cuenta su experiencia en esta cuarentena por el coronavirus

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Publicado por Diario El Epicentro en Viernes, 7 de agosto de 2020