A veces me traiciona el práctico que llevo adentro, y es muy cierto que creo firmemente que la conquista principal (“ganada” le dicen lxs estudiantes) debe ser la nueva constitución por asamblea constituyente y que la cuestión de si Piñera termina su mandato puede distraer del asunto principal. 

No sería la primera vez que se saca un presidente para terminar igual. 

Sin embargo hay un tremendo “pero” que me tiene intranquilo.

Ese “Pero” es que con los antecedentes a la vista de las violaciones a los DDHH nos damos cuenta que la actitud criminal de agentes del Estado – a los que por años venimos exigiendo el Nunca Más – es, además, normalizada y justificada por los mismos de siempre, los que por un miedo irracional a la expresión popular saltan acusando a todos de “comunachos”, vándalos, delincuentes, populistas, bárbaros, alienígenas y un cuanto hay. 

Creo que no se puede permitir la trampa de la criminalización del proceso político que estamos viviendo. ¿Tiene una dimensión de orden público? Claro que si, pero esa no es la pregunta. La verdadera pregunta no se ha hecho y es si en pleno siglo XXI un país “OCDE” o civilizado debiera exigirse tener un sistema de resguardo del orden público que no pisotee la democracia, la demanda social y los derechos humanos.

Por esto me parece correcto buscar el camino para perseguir responsabilidades penales y políticas. El nunca más prometido debe cumplirse. Es tan importante como el proceso constituyente. Es condición de viabilidad democrática del mismo.

Déjenme decirle a quienes defienden la acción de represión de la protesta unas pocas cosas:

¿Qué no se dan cuenta que todo se funda y es fruto del pánico atávico que unos pocos tienen a evolucionar a una sociedad con menos privilegios para pocos y más derechos para muchos? ¿Que las calles no las llenan encapuchados y que si se ocupara la energía en repeler la violencia en vez de la manifestación todo sería diferente?

Percibo a la derecha, en particular la que se dice liberal, caer presa del conservadurismo más profundo en cuestión de días. Los veo desencajados, tendiendo a la resistencia por la defensa del mundo como les gusta, al orden dentro de sus privilegios y a rechazar completamente -insisto que por un miedo a la democracia- toda alternativa de salida por la vía de redistribuir poder o fuentes de riqueza.

¿Que no se dan cuenta que el Chile de hoy se lo deben a los millones de trabajadores que, obligados y humillados, debieron prestarles plata (ahorros de AFP) para armar su Sanhattan? ¿Es tan difícil darse cuenta que el modelo de consumo en base a la burbuja crediticia de cuánto bien público se privatizó es insostenible? ¿Cómo va a ser tan difícil comprender que los costos medioambientales son insustentables para todos y que los más pobres los pagan más caro?, ¿Cómo no se entiende que es insustentable una constitución que la gran mayoría no siente suya, no conoce y no le importa porque no la apropia, porque su origen es vil?

Es muy difícil creer, honestamente, que no se comprenda. Creo que el miedo a la democracia, a la comunidad, al poder compartido, a perder privilegios nubla completamente el entendimiento.

Puede sonar iluso, pero realmente creo que sí dejan por un rato el miedo y lo reflexionan se darán cuenta que ese miedo irracional y prejuicioso es violento. Que si lo reflexionan se darán cuenta que lo que se exige no es otra que un país justo a partir de los derechos y no de la limosna, la autorregulación (inexistente) o la caridad. Es un país justo y de personas iguales por que lo reconoce la Ley, la soberanía popular (no militar) y nuestro carácter de humanos.

 

Eduardo Muñoz Inchausti

Administrador Público

Académico Universidad de Valparaíso