La celebración, que se realizó en la Catedral Metropolitana de Santiago, recuerda el momento en el que Jesús instituyó la Eucaristía y lavó los pies de sus doce apóstoles como vocación de servicio al mundo y a la Iglesia.

En su homilía, el obispo recordó el sentido de esta celebración y expresó: “En la última cena Jesús nos entrega su cuerpo y su sangre hecho Eucaristía y nos ordena a hacerlo en su memoria (…) Cuando venimos a celebrar la Santa Cena, la Misa, el primer sentimiento que debe surgir en nosotros es este de la fe, porque sino, convertiríamos la Santa Misa en una reunión más o menos social, sentimental, pero no lo que el Señor quiso”.

Al continuar, monseñor Aós señaló: “¿Cómo llega un cristiano a celebrar la Misa? Cada uno de nosotros viene de su propia realidad familiar, social. Cada uno de nosotros trae sus ilusiones, esperanzas, alegrías y también sus penas. Trae sus heridas, fracasos y pecados, y sin embargo, el sentimiento que nos embarga, es un sentimiento de agradecimiento. Gracias Señor porque puedo estar aquí junto al altar con mis hermanos, escuchado la palabra de Dios, celebrando estos Santos Misterios.”

Agregó que: “Celebrar la Eucaristía no solamente nos invita a amar a Dios, sino que nos exige a amar a los demás. Esto es lo que estamos celebrando hoy y lo vamos a celebrar con ese rito de lavar los pies a unas hermanas y unos hermanos tal como Jesús lo hizo, para decirnos que queremos de verdad celebrar bien la Eucaristía, que queremos hacerla el sacramento de la fe y el sacramento del compromiso».

Tras su mensaje el administrador apostólico lavó los pies de doce personas provenientes de distintas realidades: hombres, mujeres, jóvenes, adultos, migrantes, religiosos y un niño de once años, fueron parte del rito.