Hace 4 mil millones de años la Luna sufrió un bombardeo apocalíptico.

Una violenta lluvia de asteroides, azotó su superficie y le dejó profundas cicatrices que perduran hasta hoy.

Ese diluvio de meteoritos duró entre 20 y 200 millones de años y, aunque también afectó a la Tierra y a otros cuerpos del Sistema Solar, se le conoce como el cataclismo lunar.

Y la más grande, profunda y antigua de las cicatrices lunares es la llamada depresión de Aitken, ubicada en su Polo Sur lunar, una inmensa cuenca de 2.500 km de diámetro que se extiende a lo largo de casi un cuarto de la Luna.

La distancia entre sus zonas más profundas y los picos más altos que la rodean alcanza los 15 km, eso es casi el doble que la altura del Monte Everest en la Tierra.

Y fue ahí donde alunizó la sonda espacial china Chang’e 4, la primera en llegar jamás al lado oculto de la Luna.

Según la NASA, la depresión de Aitken es «uno de los destinos más fascinantes de la Luna».

Pero una de las razones es que guarda un enigma: los científicos que estudian la Luna aún no saben si esa cuenca fue una de las heridas causadas por el cataclismo. Es decir, no saben exactamente cuándo se formó la depresión.

Chang’e 4

Ese misterio, sin embargo, podría comenzar a resolverse con la llegada de Chang’e 4.

Y aunque la Luna esté a casi 400.000 km de la Tierra, saber qué tan antigua es Aitken servirá para descifrar claves sobre la vida en nuestro planeta.

«Conocer la edad de Aitken nos permitirá someter a prueba la idea de que la Luna sufrió un bombardeo hace 4.000 millones de años», dice  Brad Jolliff, profesor de ciencias planetarias en la Universidad de Washington.

La vida en la Tierra comenzó hace unos 3.900 millones de años, ¿es solo una coincidencia que haya ocurrido después del bombardeo?», se pregunta Jolliff.

Algunos estudios muestran que aunque el cataclismo lunar habría destruido la vida primitiva en la Tierra, los mismos impactos podrían haber creado hábitats subterráneos y conductos hidrotermales donde podrían haber sobrevivido algunos microbios.

Si al momento del bombardeo aún no había vida en nuestro planeta, estos ambientes creados por los asteroides podrían haber sido el lugar donde surgieron los primeros organismos.

Un cráter dentro de un cráter

La zona donde la sonda Chang’e 4 aterrizó el 3 de enero es una zona mayormente escabrosa y montañosa.

Y el impacto que recibió la Luna posiblemente hizo que materiales que antes estaban en las profundidades hayan quedado expuestos cerca de la superficie.

 

Según explica la NASA, el golpe del asteroide pudo haber perforado las capas de la corteza lunar, así que en Aitken podrían encontrarse materiales de la corteza inferior de la Luna.

Algunos de los cráteres en esta zona proyectan sombras sobre regiones que podrían contener depósitos de hidrógeno o hielo de agua.

A partir de experimentos orbitales, los expertos también han detectado que Aitken es una zona rica en hierro.

Al mismo tiempo, la zona está rodeada de elevaciones que están permanentemente iluminadas por el sol, algo en lo que los científicos ven un potencial para usarlas como dispensadores de energía solar para futuras exploraciones.

El lugar exacto del alunizaje de Chang’e 4 fue el cráter Von Kárman, que está dentro de la depresión de Aitken y mide de más de 180 km de diámetro.

Este cráter, a diferencia de sus alrededores, tiene una superficie más plana y uniforme, formada por rocas volcánicas fundidas, conocidas como basaltos. Por eso los chinos lo eligieron como punto de llegada.

«Los basaltos son de gran interés científico», le dice a BBC Mundo Carle Pieters, profesora de geología planetaria en la Universidad de Brown.

«Estamos ansiosos por saber cómo las propiedades de estos basaltos del lado oculto de la Luna se comparan con los basaltos del otro lado, que ya se han estudiado en detalle».

Aunque Chang’e 4 no recolectará piedras lunares, sí es un primer paso para hacerlo, de la misma manera que el Apollo trajo a la Tierra materiales que recogieron del lado de la Luna que ya conocemos.

«Esta misión es un preludio de los planes a largo plazo que tiene China para traer muestras del lado oculto», le dice a BBC Mundo Dimitri Papanastassiou, investigador del Laboratorio de Propulsión de la NASA.

Así, con la expectativa que genera la información que Chang’e 4 enviará sobre el lado oculto de nuestro satélite, parece que la Administración Espacial Nacional de China no exagera cuando dice que con esta misión «se abre un nuevo capítuloen la exploración lunar».