Las lluvias de los tres últimos años en el corazón hiperárido del desierto de Atacama (norte de Chile), que fueron las primeras registradas en al menos 500 años en esta zona, ha causado una gran devastación de hasta el 85% de la vida microbiana.

Ésta es la conclusión de un estudio internacional dirigido por investigadores del Centro de Astrobiología, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciónes Científicas (CSIC) y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, y que ha sido publicado en la revista Nature Scientific Reports.

El desierto de Atacama es el más seco y antiguo de la Tierra y, al contrario de lo que se pensaba, las lluvias de los últimos años en su corazón hiperárido han devastado la vida microbiana local. Esas precipitaciones se atribuyen al cambio climático global.

«Nuestro grupo ha descubierto que, contrariamente a lo que cabría esperar intuitivamente, el aporte de agua no ha supuesto un florecimiento de la vida en Atacama, sino que, por el contrario, las lluvias han causado una enorme devastación en las especies microbianas que habitaban estos lugares antes de las precipitaciones», explica Armando Azúa-Bustos, invetigador del CSIC.

Muerte por exceso de agua

Alberto G. Fairén, investigador en el Centro de Astrobiología, indica que el trabajo muestra que «las elevadas lluvias han causado la extinción masiva de la mayoría de las especies microbianas indígenas». «El rango de extinción llega al 85%, como resultado del estrés osmótico que ha provocado la abundancia repentina de agua: los microorganismos autóctonos, que estaban perfectamente adaptados a vivir bajo condiciones de extrema sequedad y optimizados para la extracción de la escasa humedad de su entorno, han sido incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones de súbita inundación y han muerto por exceso de agua».

Este estudio representa un gran avance para entender la microbiología de entornos extremadamente áridos y presenta un nuevo paradigma para entender la ruta evolutiva de la hipotética microbiota temprana de Marte, puesto que éste es un planeta hiperárido que experimentó inundaciones catastróficas en épocas antiguas.

«Marte tuvo un primer periodo, el Noeico (hace entre 4,5 y 3,5 miles de millones de años), en el que hubo mucha agua en su superficie», indica Fairén, quien añade: «Lo sabemos por la cantidad de evidencias hidrogeológicas que se conservan en forma de minerales hidratados ubicuos sobre la superficie, huellas de ríos, lagos, deltas y tal vez un océano hemisférico en las llanuras del norte».

Después Marte perdió su atmósfera y su hidrosfera, y se convirtió en el mundo seco y árido que conocemos hoy. «Pero en algunos momentos durante el Hespérico (de 3,5 a 3 miles de millones de años), grandes volúmenes de agua excavaron su superficie en forma de canales de desbordamiento, los más grandes del Sistema Solar. Si aún existían comunidades microbianas resistiendo el proceso de desecación extrema, se habrían visto sometidas a procesos de estrés osmótico similares a los que hemos estudiado en Atacama», detalla.

Fairén concluye que el estudio sobre el desierto de Atacama sirve para «proponer que la recurrencia de agua líquida en Marte pudo haber contribuido a la desaparición de la vida marciana, si alguna vez existió, en lugar de representar una oportunidad para el reflorecimiento de microbiotas resilientes».