Ir al estadio hace rato que dejó de ser un buen panorama para la familia. Hoy, los padres lo piensan dos veces antes de llevar a sus hijos a un escenario que hoy prácticamente es sinónimo de reyertas, inseguridad, gases lacrimógenos y hasta heridas, perdiéndose todo el encanto que antaño tuvo el ir a los recintos del fútbol profesional como un paseo familiar.

Los últimos hechos de violencia acaecidos en Quillota –barristas de Universidad de Chile peleando entre ellos y posteriormente, un duro enfrentamiento entre hinchas de Wanderers y un piquete de miembros de las Fuerzas Especiales de Carabineros-, el estadio Santa Laura –fanáticos de Unión Española escupiendo, lanzando piedras, clavos y bolsas con orina a jugadores y cuerpo técnico de Colo Colo-, y los bengalazos al interior de la barra de la “U”, marcan nuevamente un escenario hostil al interior y en el entorno de los campos de juego para el fútbol profesional.

LAS RAZONES

“La desigualdad social, la falta de oportunidades o de educación, la influencia de los barra-brava de Argentina, pueden considerarse como factores que influyen en este incremento de la violencia,  pero también se suma la escasa preocupación de los clubes, como organizadores del espectáculo, por solucionar el problema. En vez de realizar campañas educativas, de prevención, invertir en seguridad, se prefiere dejar todo en manos del Estado. Las instituciones deportivas tienen mucho que decir y hacer, pero se prefiere mirar hacia el lado”, afirma el periodista Germán Toro, ex coordinador de la barra de Wanderers “Los Panzers”.

El presidente del Tribunal de Penalidades de la ANFP, Ángel Botto, también da su diagnóstico del porqué este incremento de la violencia en los estadios. “Sin lugar a dudas en un grupo importante de barristas, los fenómenos de exclusión social han influido.  Pero hay muchas personas que forman parte de este grupo  que se encuentran más favorecidos con el sistema e igual adoptan las actitudes comentadas.  Las  barras argentinas son  solo las iniciadoras del fenómeno pero, no lo explican por sí mismo”, explica el abogado.

Gustavo Heresman, hoy coordinador de la barra de Everton “Los Ruleteros”, apunta a la mala costumbre nacional, de copiar todos los malos ejemplos foráneos. “Me parece que hay mucho de influencia de los barra-brava de Argentina. El incremento de la violencia de las barras ni pasa por una cuestión social o política. Porque desigualdad social ha habido siempre. Hay mucho de copiar a las barras de Argentina. Y el factor de la violencia no es privativo de las clases bajas. He visto a gente muy acomodada, de recursos, de buen nivel social, quienes también han sido protagonistas de hechos de violencia al interior de las barras”, asegura.

PLAN REPROBADO

Preocupado por el incremento de los índices de violencia en los estadios, el gobierno de Sebastián Piñera, a través del ministerio del interior, echó a andar el Plan Estadio Seguro. La iniciativa gubernamental ha sido criticada por la mayoría de los estamentos, pues hasta ahora no ha sido capaz de erradicar a los violentistas. “El plan debiera llamarse “Estadio Inseguro”, porque ha sido un soberano fracaso y sus mentores han fracasado rotundamente en su gestión. La autoridad se equivoca al querer combatir violencia con más violencia. La represión da pie al incremento de la violencia. Los bombos, las banderas y los lienzos no generan violencia; ahí el foco de la autoridad es erróneo”, postula Gustavo Heresman.

“El Plan Estadio Seguro es una iniciativa que parte de la premisa que todos los hinchas son potenciales delincuentes, hay que cambiar la mirada, trabajar en la prevención y en identificar a quiénes sí cometen ilícitos, en beneficio de la mayoría de los asistentes al fútbol”, plantea Germán Toro.

Ángel Botto emplaza también a los dirigentes de los clubes como actores pasivos frente al germen de la violencia en los estadios. “El tema no es solamente de la autoridad política ni su mayor o menor eficiencia en el cumplimiento de su cometido.  Creo que también el accionar de los estamentos Directivos del futbol ha sido poco consistente pese al buen propósito que los ha animado”, afirma el abogado.

¿QUÉ HACER ENTONCES?

A la hora de buscar soluciones para eliminar este flagelo de los estadios chilenos, no hay una receta mágica  para acabar con los violentistas. “Por ahora adoptar medidas de seguridad  inteligentes, implementarlas realmente aunque su costo inicial pudiera ser alto.  Por sobre todo, voluntad y propósito común entre todos los actores  sin mezquindades de ningún tipo  y menos buscar figuración personal en un tema que le es común a gran parte de la sociedad”, subraya Botto.

“A mi juicio, la violencia de los barristas se acabará aplicando todo el rigor de la ley, con mano dura, lo que no significa aumentar la represión, porque eso genera más violencia. Por ejemplo, si son menores de edad los protagonistas de los hechos de violencia, deberán ser los padres de éstos quienes respondan por los daños o los hechos”, propone Gustavo Heresman.

Germán Toro en tanto, emplaza a los dirigentes de clubes a involucrase mayormente en el tema para eliminar la problemática de la violencia. “Pienso que los clubes debiesen tomar un rol más protagónico, hacerse cargo dentro y fuera de la cancha de la seguridad de quienes desean disfrutar del espectáculo. Preocuparse que la experiencia de asistir al fútbol sea lo más confortable posible desde que la persona sale y regresa a su hogar. Y en conjunto con el Estado, crear las condiciones necesarias para minimizar riesgos incluyendo la opinión de los hinchas, desterrando la cultura de mirar al otro como un enemigo sólo por vestir una camiseta distinta. Insisto, para ello se necesita clubes comprometidos con esta labor”, sostiene el periodista.