-Según informe realizado por el Instituto Nacional de la Juventud,  un alarmante porcentaje de jóvenes ejerce violencia en sus relaciones de pareja y  justifica los gritos, los empujones, tirarse cosas e insultarse, “dependiendo el contexto en que se den”.

-Chile se ubica entre los países con mayor incidencia de divorcios, de acuerdo a las estadísticas recabadas en el Registro Civil y en los Tribunales de Familia en el año 2013 y uno de los principales motivos es la infidelidad conyugal.

– Los celos masculinos se focalizan en una amenaza de infidelidad sexual y los femeninos se centran en no dejar pasar una traición que comprometa los sentimientos. Si la infidelidad va por ese lado, las mujeres son renuentes a perdonar.

1                El primer gran amor existente sobre la faz de la tierra, prolífico, único, reproductivo,  es sin lugar a dudas, el amor entre hombre y mujer. Todas las demás manifestaciones derivan de esa rama en forma de “Y”, que da lugar a los otros amores: de padres, de hijos, de hermanos, de amigos, e incluso de dos personas del mismo sexo, o de monjes y sacerdotes hacia una divinidad; todo parte de dos seres humanos que se eligieron mutuamente entre un universo de millones de congéneres y decidieron formar una pareja.

Por tratarse de ese Amor primigenio y con mayúscula, también constituye el testimonio más antiguo de que se tenga noticia con respecto  a la convivencia de varones y féminas en las primeras comunidades humanas. Las pinturas rupestres halladas en Europa y América muestran que ambos roles se complementaban para el bien común, de tal manera que el aprovisionamiento y la protección de la familia era el deber del hombre, y el de la mujer, procrear hijos y ocuparse del hogar, lo que se mantuvo tal cual hasta la emancipación femenina y su participación en las áreas política y laboral, es decir, hasta bien avanzada la época contemporánea.

Pero no sólo la parte práctica de la vida de pareja data de la prehistoria y se prolonga largamente en el tiempo; también las connotaciones sexuales  se remontan al remoto pasado: en las esculturas llamadas Venus por los arqueólogos, las partes anatómicas femeninas están claramente exageradas como símbolo de la fecundidad y quizás, de la seducción que representaban para el macho paleolítico, una posibilidad bastante lógica a juzgar por la contrapartida, unos coloridos dibujos descubiertos en Lérida, España, según los cuales las mujeres celebraban danzas rituales y cultos fálicos destinados a ensalzar los atributos masculinos.

Por lo menos en su constitución básica, conformada por elementos de orden material y por otros de tipo emocional, el Amor no ha experimentado cambios estructurales desde aquel entonces. La atracción física sigue siendo el ingrediente estrella entre los muchos que confluyen a la hora de consolidar una unión, por muy platónica o espiritual que pretenda ser;  salvo en los casos de los compromisos y matrimonios arreglados, de los que aún se celebran en la religión islámica o entre tribus gitanas, la tónica es enamorarse de quien posee rasgos físicos acordes con el gusto personal. El resto viene después, cuando se coteja cuán afín es la pareja elegida con los valores propios, pero sin duda que no son esos principios los causantes de un centenar de nacimientos inesperados desde que el mundo es mundo, sino más bien el componente erótico que conlleva toda relación, en especial en la atapa novedosa de sus inicios.

Si bien los rasgos de carácter atávico permanecen y se perpetúan en las relaciones amorosas, los de índole coyuntural no sólo abundan sino que además se han ido adaptando a los cambios sociales habidos en la historia humana, pasando por las cínicas monarquías, los crueles imperios y las “necesarias” colonizaciones de antaño hasta alcanzar la total libertad de los tiempos actuales, una oferta amorosa ilimitada para una selección sin obstáculos, no obstante lo cual, y por paradójico que ello parezca, los fracasos están a la orden del día, con mayor incidencia en el grupo etario más joven pero también entre los mayores de 50. Crisis van, crisis vienen, y “esas cosas del amor” no siempre tienen un final feliz.

Alzas y bajas del contrato nupcial.-

                A principios del nuevo milenio, más de medio millón de chilenos optaron por divorciarse de su cónyuge y otros tantos se separaron oficialmente. Durante el año 2012 hubo un importante incremento de procesos de separación matrimonial cursados en 2011 ante el poder Judicial, y de notificaciones de cese de convivencia inscritas en el Registro Civil, lo cual casi duplicó la cifra de bodas celebradas en el país durante ese mismo período.

Sin embargo, debido a que muchos de los arrepentidos de su primera experiencia terminaron casándose en segundas nupcias, las estadísticas en este rubro, que en el año 2000 representaban  un 7% del total de casamientos a nivel nacional, en 2011 llegaron al 22%. Por otra parte, en 2013 se produjo un aumento de uniones entre contrayentes de mayor edad, lo que según la socióloga de la Universidad Diego Portales, Alejandra Ramm, “significa que casarse sigue estando en el horizonte de la mayoría de las personas.”

Un panorama bastante más sombrío es el que presenta Ricardo Viteri, coordinador del sitio web especializado en divorcios, www.separadosdechile.cl,    quien a través de ese medio declaró que “las cifras del Registro Civil son irrefutables: la institución matrimonial está en decadencia, ya que seis regiones de Chile alcanzaron los índices de rupturas matrimoniales más altos entre los países más “divorcistas” del planeta.”

De acuerdo a las investigaciones de Viteri, entre enero y diciembre de 2013 se iniciaron legalmente 111.363 procesos de separación en el registro Civil y en los Tribunales de Familia, en tanto que paralelamente se celebraron apenas 61.018 bodas en todo el país. A causa de estas cifras, el comunicador señaló que “se están separando muchísimas más personas de las que se casan y nos consta que están aumentando fuertemente las que terminan su matrimonio con apenas uno o dos años de casados.”

Tal vez debido a esos inquietantes resultados, las parejas jóvenes están cada vez más propensas a decirle no al sagrado vínculo. Una vez que consolidan su relación asumen una suerte de compromiso sin papeleo de por medio, apechugando con los gastos, la casa y los hijos, todo lo cual comparten de la mejor manera posible. Según sociólogos de la Universidad de Playa Ancha, es la mujer la que se niega a legalizar la unión, en gran parte porque desde su incorporación al mundo laboral y político, se ha hecho más independiente y le está dando  relevancia a su realización personal y a la consecución exitosa de las metas que se ha propuesto alcanzar.

Desde la perspectiva religiosa, un vocero de la Pastoral Familiar de la Diócesis de Valparaíso, culpó a  la actual cultura de lo desechable,” que tiene una visión pragmática del mundo y de las personas”, y además, a la sociedad de consumo “en que mucha gente cree que hay que tenerlo todo antes de casarse, de ahí la necesidad de reconquistar los grandes valores del matrimonio y decirle a los jóvenes que se constituyan en agentes múltiples de la buena noticia del matrimonio.”

Lo imperdonable.-

La ley chilena establece una larga lista de causales de divorcio extremadamente graves, como las amenazas de muerte, la drogadicción, el alcoholismo consuetudinario de unos de los cónyuges o la corrupción inducida de la esposa o de los hijos, entre otras que están incluidas en el Código Penal bajo diferentes condenas. Esas situaciones de violencia suelen derivar en crímenes, como ocurrió con los 38 femicidios registrados en 2013,  casos que  bien podrían catalogarse como “amores que matan”, ya que muchos pudieron evitarse si la víctima hubiera abandonado ese “cariño malo” cuando aún era tiempo.

Lamentablemente existe un número apreciable de mujeres que se enamoran de hombres abusivos y esa tendencia se da también en parejas de adolescentes, como lo prueban los testimonios de madres de chicas que tienen o han tenido una relación tormentosa con sus pololos. Myriam Valdés, residente en Viña del Mar, tuvo esa amarga experiencia:

-“Imagínate,  mi hija, con apenas 16 años, y el mocoso, de la misma edad, ella  se la pasaba llorando en el teléfono, a escondidas del papá, por una u otra cosa. Que el vestido muy corto,

que te pillé mirando a fulano, cualquier atado. Te juro que hice lo imposible para que lo dejara de una vez pero armaba cada berrinche, que al final, para evitar que mi marido se enterara, dejaba pasar el tema. Dios le puso fin antes que nosotros. El chiquillo chocó en el auto de su papá, quedó pésimo, y hasta el día de hoy le doy gracias al cielo porque andaba solo.-“

Casos como ese, que se repiten una y otra vez entre púberes que recién empiezan sus vivencias amorosas, deberían encender una voz de alarma por el peligro que entrañan a futuro. El círculo de violencia intrafamiliar comienza justamente con la pérdida del respeto de los adolescentes, hacia sus padres, hermanos y pares del sexo opuesto, es decir, se trata de un vicio que puede erradicarse por medio de la educación asumida por el Estado.

En noviembre de 2013, las autoridades de la región de Valparaíso dieron a conocer los resultados del sondeo de opinión efectuado por el Instituto Nacional de la Juventud, titulado “Percepciones y opiniones  sobre la violencia en el pololeo”. La información recabada es alarmante, ya que un 61% de los jóvenes declararon  haber  experimentado de cerca casos de violencia en la pareja, un 78%, soportó o aceptó insultos o gritos, y un 58%  recibió golpes, tanto hombres como mujeres.

Lo peor, según el director del Injuv, Claudio Arancibia, es que un 24% de los encuestados creen que hay situaciones que justifican los gritos y los insultos, y un 12% consideran que tirarse cosas o empujarse son situaciones excusables dependiendo del contexto en que se den: “Me gustaría decirles que nada ni nadie debe justificar el maltrato”-concluyó Arancibia.

Su reflexión deja abierta una relevante pregunta: ¿Y por  qué no decirlo YA, cuando todavía es tiempo?

Lo reparable: celos e infidelidades.-

                La tendencia del chileno a ser infiel ya es una leyenda nacional y se considera que esa condición forma parte de su ADN, como lo señaló Ricardo Viteri. Por cierto, se estima que en Chile más de un 50% de las parejas es infiel y sobre un 70% de varones reconoce haber mantenido alguna vez una relación extra conyugal, con un abanico de pretextos o excusas que van desde sentirse abandonado mientras los bebés crecen hasta el desinterés sexual y sentirse atrapado en la rutina diaria.

Al parecer, hay detrás un tema machista: Según Daysie Varas, esposa engañada en su octavo año de matrimonio, “la mujer que es infiel es una promiscua, casi una prostituta, pero el hombre infiel es un mero macho, es decir, hombre no más.”, opinión que compartió Mirta Jaysie Astudillo, gerente bancaria, quien declaró: “ Si tu hombre te “gorrea”, tiene razón. Tú eres poco menos que frígida, bruja insoportable y cualquier cosa, así es que más te vale olvidar y perdonar al muñeco. Pero si uno es la infiel, ¡ah no!, ten por seguro que te echan de la casa porque eso implica que tu hombre no te satisface y eso, mijita, no te lo va a perdonar nunca.-“

Según el escritor y sicólogo Juan ramón Gómez, en el “¿qué hacer? con respecto a la infidelidad, hay dos actitudes extremas: el facilismo y el revanchismo. En la primera, la relación se da fácilmente por perdida, se tira todo por la borda, también lo positivo, los buenos momentos, que por lo general son muchísimos. En la segunda, se cae en la tentación de responder con las mismas prácticas del cónyuge infiel, como una venganza, lo que tiene el efecto de boomerang.

La mejor respuesta, de acuerdo al experto, consiste en afrontar, dialogar y luchar, reflexionar a fondo y buscar ayuda si es necesario, pero no cabe duda de que hay que estar en la situación para comprender las dificultades que conlleva dar y obtener el perdón. De acuerdo a un estudio reciente publicado por www.solomujer.cl,  el 57% de las chilenas evaluarían perdonar un engaño, un 10% estarían dispuestas a olvidarse del asunto  y un 47% perdonarían una “calentura” sexual mas no así una aventura con compromiso de los sentimientos.

La otra faceta de la infidelidad, de menor cuantía dentro del matrimonio que ya ha sobrepasado las Bodas de Plata, es la del “viejo verde”, personaje entronizado fuertemente en la historia universal, sobre todo en los países de Latinoamérica y El Caribe. En Chile, su arraigo también es reconocido; de hecho, hubo una revista, por allá en los años 60, que llevaba ese nombre, y diversos caricaturistas han ridiculizado al hombre mayor que anda a la caza de jovencitas con muy poco éxito.

No obstante esa ligereza, el viejo verde  puede llegar a causar daño en una relación conyugal de largo aliento, en la que las bases ya no sean tan firmes o el mutuo interés se haya perdido por la muerte del amor, pero según los  sexólogos en la mayoría de los casos prevalece el pasado compartido y el buen juicio. En la práctica, las viejas verdes son escasas, por lo que el perdón por las infidelidades en este grupo etario le corresponde en un 90%, a las esposas.

La otra “yaya” importante en el quiebre matrimonial son los celos, una emoción que según Alida Talloni, directora del Centro de Programación Neurolingüística y terapeuta de parejas, se da en todas las personas, con diferentes grados de intensidad, los cuales permiten dilucidar si los celos están dentro de la norma o por el contrario, se hallan asociados a algún tipo de patología, con expresiones violentas en la pareja.

La terapeuta definió los celos como un conjunto de respuestas emocionales, mentales y conductuales frente a la percepción, real o imaginaria, de una amenaza externa que pone en peligro la relación amorosa.  Otros especialistas han admitido que en pequeñas dosis, puede generar nuevas energías en la dupla matrimonial al poner signos de alerta que provocan cambios y reacciones favorables.

Talloni señaló que existen diferencias entre damas y varones: “Los celos de los hombres están focalizados en la amenaza de una infidelidad sexual de la pareja, y los de las mujeres se centran en la probabilidad de que se produzca una infidelidad emocional por parte de su compañero.”

¿Qué tan catastrófica es la situación de los chilenos con respecto a los divorcios, a los celos, a las traiciones, a la pérdida de valores conyugales y otros problemas detectados por los investigadores? A pesar de los síntomas inquietantes y de las predicciones alarmistas, el genuino Amor entre hombres y mujeres  está destinado a sobrevivir y así lo confirman los millones de chilenos que permanecen casados, contra viento y marea.