Los gatos no siempre caen sobre sus patas desde las alturas; también pueden sufrir fracturas y contusiones después que los lanzan en picada para demostrar que eso es cierto.

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                Claudia Suárez bajaba tranquilamente la escalera de su casa con su nieta  Matilda, de tres años, tomada de la mano, y de repente la niña dio un salto y se aferró como un mono al cuerpo de su abuela, con tanta fuerza que ésta perdió el equilibrio. Ambas se deslizaron de cabeza hacia el primer piso, y a los llamados de auxilio, el hijo y el marido de Claudia la agarraron de los pies y la subieron con la aterrada Matilda a cuestas.

            La causante de este sorpresivo episodio era una apacible y anciana gata que en ese momento transitaba por la escalera, ajena por completo al pánico que su presencia le causaba a la pequeña Matilda, un hecho inexplicable para sus padres y abuelos, ya que todos en la familia se habían criado con perros y gatos en la casa, sin mayores problemas.

            Tiempo después se enteraron de que una asistenta del parvulario al que asistía la niña, le había traspasado su aversión por esos felinos domésticos, de los cuales hizo un cuadro de garras y dientes capaz de amedrentar a cualquiera, posiblemente con la mejor intención de advertirle sobre los peligros que entrañaba acercarse a ellos.

            Cualquiera fuera el motivo de la auxiliar, el hecho concreto es que su fobia define la polarizada opinión que las personas tienen sobre los gatos. Hay quienes los aman, los protegen y los adoptan, y quienes simplemente no los soportan, como es el caso de Luis H.T., un vecino de Recreo que los tiene en la mira de su rifle en cuanto comienzan las riñas gatunas. Según declaró, “Los corro a postonazos, aunque raramente les achunto, pero por lo menos termino con el escándalo y podemos dormir”.-

            A diferencia del perro, mucho más dócil e incondicionalmente apegado a su dueño, el Felis silvestris catus o gato doméstico mantiene una actitud independiente y aventurera que podría radicar en sus ancestrales raíces africanas. Se dice que es él quien elige a sus amos, o en caso contrario, si es elegido y no le gusta la pensión o lo maltratan más de la cuenta, literalmente “para la cola” y se va. Con suerte encuentra una nueva residencia que lo acoge con afecto, lo que no es inusual en Chile, donde al parecer existen tantos defensores como detractores de este pequeño felino, lo cual le otorga un cierto equilibrio de oportunidades para su sobrevivencia.

Actualmente es uno de los animales de compañía más populares del mundo, con un número aproximado de 600 millones de ejemplares a nivel mundial. Su condición de “mascota” sin embargo, no ha logrado alterar demasiado la personalidad autónoma y el aire distinguido que asume cuando permanece sentado durante largo rato sobre un muro, inmóvil y contemplativo, como un monje tibetano. El gato no “se echa”, como el perro, sobre cualquier superficie; tampoco duerme sobre trapos sucios si puede evitarlo, y además es un animal casero que se lava por voluntad propia y de manera especialmente minuciosa cuando se entrega al sueño.

Sus orígenes históricos lo sitúan en el Antiguo Egipto, alrededor del 2.900 a.C., fecha aproximada en que aparece el culto al gato como una deidad local en la región del Nilo. La imagen de un felino de orejas erguidas y en posición similar a la de una esfinge, se aprecia en diversas manifestaciones artísticas y decorativas de la primitiva cultura egipcia, en la cual la diosa Bastet era representada con la cabeza de felino y cuerpo de mujer.

Si bien el gato lo pasó muy mal en la Edad Media por la supuesta asociación que tenía con las brujas, en las épocas posteriores recuperó su prestigio de hábil cazador de roedores, necesario en las fábricas de las grandes ciudades y graneros rurales, cualidad que hoy, en su calidad de mascota, sólo ejercita como un deporte recreativo.

¿Seis vidas de más?

            La creencia en las siete vidas del gato es de antigua data y proviene esencialmente de su excepcional resistencia, de su capacidad para salir indemne de situaciones complicadas y de saltos desde gran altura, bajo la premisa de que siempre caen sobre sus patas sin sufrir ningún daño.

            Es verdad que los gatos están considerados entre los animales pequeños más ágiles del mundo, con una habilidad particular para hacer giros extraordinarios en el aire de tal modo de posar las patas delanteras en el momento de hacer contacto con el suelo u otra superficie, pero desde la perspectiva médica, ello constituye un riesgo que puede tener un pésimo y doloroso final.

            Fanny Troncoso vivió una experiencia inolvidable cuando un sobrino de ocho años tiró a su gato regalón por la ventana de un décimo piso con el propósito de comprobar que efectivamente, llegaría ileso a la terraza del condominio. El animalito sobrevivió unas pocas horas en la sala de emergencia de una clínica veterinaria, ya que su dueña decidió evitarle más sufrimientos y pidió al médico que lo sacrificara. –“Mira, yo creo que acá el culpable no es tanto mi sobrino sino creerse un mito que no tiene lógica”-expresó Fanny- “Cualquier “bicho” que no vuele tiene que hacerse daño desde tanta altura.”

            Otra creencia sobre la cual existen varias versiones se relaciona con la posibilidad de contraer la enfermedad llamada toxoplasmosis a partir de la cercanía o contacto con los gatos.

            Según Lina Sanz Aguirre, vicepresidenta de la Asociación Chilena de Medicina Felina, “se puede decir, en forma general y de manera científicamente comprobada, que es muy improbable que un ser humano pueda contagiarse de toxoplasmosis a partir de los gatos, ya que se requieren  condiciones de higiene muy deficientes que no son habituales en el país.” Sin embargo, reconoció que sí existen casos en los cuales se requiere tomar precauciones.

            Existen dos grupos de riesgo: las mujeres embarazadas  que entren en contacto con el parásito la primera vez y las personas que presentan una respuesta inmunológica defectuosa (inmunodeprimidas), ya sea por trasplante de órganos, tratamientos anticancerosos, sida o leucemia. En el primer grupo, las madres gestantes que tengan un primer contacto con el parásito durante el embarazo pueden sufrir un aborto o transmitir la enfermedad al feto con secuelas graves. Es por eso que a las embarazadas se les realiza un test serológico para detectar si tiene anticuerpos contra la toxoplasmosis. Si los hay, significa que el organismo ha desarrollado defensas contra la enfermedad, pero en caso contrario, es necesario extremar las medidas de control higiénicosanitarias.

La doctora especificó que la transmisión en forma primaria ocurre a través de la manipulación o la ingestión de carne cruda o mal cocida, y en forma secundaria, por medio de los denominados ooquistes esporulados, desde el suelo, (de jardines por ejemplo), agua (de riego o en frutas y verduras mal lavadas) y caja de arena o aserrín de los gatos cuando no se retiran las fecas a diario y no se repone material limpio semanalmente.

             En consecuencia, las probabilidades de que un ser humano contraiga toxoplasmosis por tener uno o más gatos en la casa son tan escasas que no vale la pena preocuparse. Basta con tener en cuenta que ante un embarazo, si se tienen felinos cerca, es necesario hacerse el examen y seguir estrictamente las instrucciones del especialista.

La “gatomanía” y la “gatofobia”.-

            Los detractores absolutos de los mininos o cuchos raramente se refieren a las enfermedades que pueden transmitir en su contacto con los humanos. A la mayoría la sola presencia de un gato a menos de tres metros de distancia les provoca terror e incluso repulsión en los casos extremos. Los argumentos son variados pero recurrentes: malas experiencias en la primera infancia, miedos inculcados por terceros, crisis de alergia por los pelos, entre otras  explicaciones de índole traumática.

            Cuando Marcelo Díaz celebró su décimo octavo cumpleaños, una de las invitadas se quedó en el jardín, en pleno mes de junio, hasta que el muchacho convenció a su mamá de que debía encerrar a los dos gatitos de la familia para que la chica se animara a entrar. No fue tarea fácil pero finalmente la dueña de casa accedió a esconder a los animales en el cuarto de los cachureos por complacer a su hijo en un día especial, no sin antes comentar en voz alta, “Dile a la loca ésa, que ya puede entrar.”

            La fobia a los gatos tiene un nombre tan extraño como los casos extremos en que, créanlo o no, las víctimas sienten rechazo incluso si ven a uno de estos animales en la pantalla de un televisor. El término “ailurofobia” designa ese tipo de aversión enfermiza, y etimológicamente deriva de dos palabras griegas, “eluro” que significa gato, y “phobos”, que significa miedo o temor.

            Como contrapartida, los que aman a los gatos tienen muchas historias que contar: mininos adoptados, recogidos después de un desastre, quemados, heridos o simplemente hambrientos y solitarios, terminan siendo parte de una familia a la cual se entregan si se sienten acogidos.  Muchos de esos ejemplares se muestran muy pacientes con los niños, lo que desmiente la creencia de que son traicioneros y veleidosos:  Mirna De Valero contó que su hija de seis años le pone vestidos, sombreros y chales a su gata “Maripí”, la mete a su coche de muñecas y la pasea como si se tratara de uno más de sus peluches.

Gatos y dichos famosos.-

           Un “gatómano” reconocido es Alejandro Jodorowsky, nacido en Tocopilla, un novelista, poeta, ensayista, actor, mimo y guionista entre otras actividades artísticas en las que ha incursionado tanto en Chile como en el exterior.  Nacionalizado francés a inicios de los 80, en la actualidad vive en Paris, seguramente con algún felino rondándole cerca, o tal vez el mismo que le inspiró este testimonio:

            “Amor es lo que tenemos mi gato y yo. No nos pedimos nada y ni él quiere cambiarme ni yo a él .Eso es el amor: estar contento con la existencia del otro, simplemente. No esperar nada de él.”

            Existen muchas frases célebres que dan fe de esa perfecta afinidad entre seres humanos y gatos a la cual se refería Leonardo da Vinci cuando escribió en sus apuntes: “Hasta el felino más pequeño es una obra de arte”, o Jean Cocteau, cuando dijo: “Amo los gatos porque amo mi hogar y poco a poco ellos se convierten en su alma.”

            Entre las leyendas más conocidas se cuenta la del profeta Mahoma, de quien se dice que mimaba tanto a su gato Muezza que una vez decidió cortar parte de su manto para no despertarlo.

            Alguien dijo “que si hubiera que elegir un sonido universal para la paz, votaría por el ronroneo”. Y como no, si no hay nada más relajante que un gato contento que echa andar su motorcito interior al sentir la caricia de una mano amiga sobre su tibio lomo.