Lobo glotónEl lobo marino que ingresó al estero de Viña del Mar, el 9 de julio, despertando admiración del público, en ningún caso podría ser aplaudido por los pescadores que lo consideran una plaga. “Destruyen las redes y se comen las pocas merluzas disponibles”, alegan en las caletas de Valparaíso, San Antonio y en otras regiones.  No obstante, la especie (Otaria flavescens) se encuentra protegida por un decreto del Ministerio de Economía que prohíbe la caza y cualquier aprovechamiento del mamífero en todo  el litoral del país. En consecuencia, se excluye la venta del aceite de lobo con virtudes medicinales, y tampoco se admite exhibir ejemplares en funciones de circo.
En cambio, durante mucho tiempo que se remonta a la época colonizadora, el mismo recurso acuático era ampliamente utilizado con métodos artesanales.  Así lo registró Juan Ignacio Molina, sabio naturalista,  en 1782: “La piel se ocupa en hacer un tipo de balsa para cruzar los ríos y pescar en el mar; también sirve para hacer buenos zapatos y botas que resisten el agua. El aceite sirve para el alumbrado, siendo preferible al de ballena, y también es útil en la cocina…”
Las balsas de cuero de lobo fueron  utilizadas en los embarques de salitre en los puertos del norte de Chile hasta fines del siglo XIX.

Reglamentaciones

 Un primer reglamento  estableció en 1892 la veda de lobos, nutrias y chungungos en los meses veraniegos, cuando estos animales se aglomeran en sitios costeros con fines reproductivos.
En aquella época la exportación de las pieles resultaba muy lucrativa, de modo que la falta de fiscalización afectó principalmente a los cachorros recién nacidos, popies, cuyo pelaje tenía mejor cotización. Pero el garrotazo en la cabeza, “muy efectivo” según los loberos, sólo empezó a ser discutible desde  1970,  a raíz de la defensa de las focas de Groenlandia que publicitó Brigitte Bardot, estrella del cine. Además, se organizaron entonces las conferencias de las Naciones Unidas que plantearon la preocupación por  la flora y la fauna en peligro.
 En Chile, acogiendo reclamos de los pescadores, las autoridades permitieron cuotas de caza y beneficio comercial del lobo marino,  con variaciones anuales, hasta fines de la década de 1990.
Varias iniciativas para faenar carne de lobo, como alternativa al vacuno y el cerdo, fracasaron.

Mucho menos pudo competir con el pollo Broiler. 

 En paralelo, desde hace 45 años se realizan censos de las colonias loberas en su período de reproducción veraniega, tarea que incorpora el monitoreo aéreo.  Además del contaje numérico, el censo tiene que identificar los componentes sexuales y las diferentes edades que forman cada colonia para discernir el estado de conservación de la especie.
El último informe registra una población total de 163.000 ejemplares de lobomarino común (Otaria flavescens), concentrados en las costas nortinas (62.000) y sureñas (83.300), mientras que la zona central alberga la menor cantidad. Asimismo, en vista de que a través de varios años subsiste una estabilidad numérica, cabe deducir que la especie está libre de peligro. Sin embargo, en atención al enfoque precautorio en defensa de los mamíferosmarinos, el decreto reciente mantiene la veda extractiva, con tres excepciones: estudios científicos, capturas limitadas para exhibición pública y 60 ejemplares asignados a la comunidad  kawashkar de Puerto Edén, en calidad de pueblo originario.

Alternativas de manejo

lobo sardina calbucoDoris Oliva y René Durán, biólogos de la Universidad de Valparaíso, han participado en los censos y en las investigaciones sobre la interferencia dellobo marino en la pesca y la salmonicultura.
 En esa perspectiva, los proyectos asumieron contactos internacionales, por cuanto la especie se distribuye desde el litoral de Perú  hasta el sur de Brasil, en alcance bioceánico.
Frente a Chile, las colonias reproductivas son puntos de concentración poblacional, entre noviembre y marzo de cada año, desde las cuales los animales se dispersan en la amplitud océanica en busca de alimentación. De esta manera, eventualmente pueden satisfacer su apetito con los peces que contienen las redes de pesca y las balsas con salmones de cultivo. Esta clase de consumo “oportunista” forma parte del equilibrio natural, en la tierra y el mar.
En el análisis crítico de diversas experiencias para mitigar los daños a las balsas salmoneras, los investigadores citados determinaron que los riesgos disminuyen en función directa de medidas precautorias, como es la instalación de redes defensivas y las “buenas prácticas” de evitar la descarga de residuos biológicos cerca del cultivo marino. Son acciones paliativas del problema que alcanzó un 3 % del costo de producción acuícola.
La prevención y el rechazo del ataque lobero a la pesca en mar abierto son acciones mucho más difíciles de abordar, considerando la veda protectora del mamífero acuático. No es cuestión de tiro al blanco.  En cambio,  los dispositivos sonoros de diferente frecuencia o intensidad fracasaron en la medida que los atacantes sacaban su cabeza fuera del agua… Tampoco funcionó la utilización de grandes orcas de goma que sólo sirvieron para simular un partido de water polo. “Se trata de una batalla de inteligencia en contra de la astucia lobera”, concluye un experto.
En tanto la interacción del lobo marino con las actividades productivas se mantiene abierta, la autoridad del sector debe  considerar las alternativas de manejo del problema, teniendo en cuenta el  enfoque precautorio y ecosistémico que postula la nueva Ley de Pesca. Un factor agravante del problema es la sobreexplotación de las pesquerías, donde no cabe asignar mayor responsabilidad al consumo “oportunista” que realiza el mamíferomarino.