Famoso por la mítica chorrillana, plato pensado para compartir y que es un estandarte gastronómico nacional. La experiencia de degustar estos sabores en este irrepetible ambiente hace de la experiencia un recomendado a ojos cerrados.

j+El lugar es un baluarte. Atiborrado de escritos, recuerdos, fotos tamaño carnet, adornos, objetos valiosos, tesoros de la memoria de la ciudad puerto y de las familias de antaño. Cartas de amor, mensajes picarescos, promesas de regreso y testimonios de un pasar dichosos son parte del decorado de paredes interiores y exteriores del recinto. Popular y exitoso. Los fines de semana se topa uno con una fila de clientes buscando el plato emblema de la cocina porteña, un plato que curiosamente no lleva ni pescado, ni marisco: La Chorrillana. Caótica, enorme, una montaña de comida que es puro sabor. Carne picada, huevo y cebolla cocida sobre una cama de papas fritas. Algunos dirán que es una deconstrucción, una versión revuelta del bistec a lo pobre, sí. El platillo también tiene algo emparentado con el Lomo Saltado y de inmediato emerge algo del nombre de esta receta, que utiliza un gentilicio que rememora la campaña militar de los chilenos en Lima, durante la Guerra del Pacífico, en puntual, la batalla de Chorrillos en enero de 1881. Otras versiones de su origen apelan a que “chorrea” y según Juana Zaldívar, encargada del comedor de este Casino Social, el nombre de este plato, que para ella es netamente nacional, se debe a que antes la receta antiguamente llevaba choricillos. De ahí el nombre.

Ahora en tiempos de paz, lejos de separar criterios por su origen, se festeja la abundancia de un platillo que es eminentemente para compartir ($5.600) para dos personas ($9.000 para tres). Aromas y sabores que congregan y hacen del peregrinaje a este espacio de nostalgia, la bohemia y el sabor, una obligación para turistas y vecinos. La chorrillana tiene algo gregario, se sirve con varios tenedores en la mesa, pensada para un grupo de personas que se sientan a la mesa a compartir un mismo sabor. Casi no hay comensales solitarios entre estas paredes que datan de 1972 y han visto el paso de innumerables grupos de turistas, colegas del trabajo, familias enteras, estudiantes universitarios y un largo y variopinto etcétera. Mesas colectivas y caras sonriente con el entrechocar de cubiertos, conversaciones, música, uno que otro brindis es la instantánea que se percibe en el ambiente, un día cualquiera.

El Casino Social de J. Cruz Malbrán hace décadas se especializó en este platillo y lo lleva a tal punto que su fama le precede. Es lo que se denomina un patrimonio culinario. Versiones de la preparación se encuentran en todo el país, las hay hasta vegetarianas, con choricillo, con queso, con prietas. No es difícil de preparar y sin embargo la chorrillana del J. Cruz no tiene parangones a pesar de las miles de covers que le han hecho en una infinidad de restobares, fuentes de soda, picadas y bares. Es de una simpleza que conmueve, no hay secretos. Una cebolla corte pluma hervida con sal, tres huevos y unos 200 gramos de carne (posta negra o rosada, si se puede filete) para una porción para dos. La grasa que a todos los seres humanos fascina es la nota pivote en la escala de sabores y la cama de papas fritas es el soporte perfecto para la corona de este plato. La fritura es ineludible e irresistible. Gusta a todos, grandes y chicos. Y la mezcla es un bombazo en las papilas. Un bombazo que un buen tinto, ojalá un Cabernet Sauvignon con poca madera, ayuda a sobrellevar y de paso alegra el espíritu.

La importancia del lugar

Se dice que este singular platillo porteño nació entre estos fogones. Algo mágico que ocurre en esta cocina. Los mismos dueños intentaron tener el éxito de este mismo plato en la capital, en calle Rancagua, en el corazón de Providencia, pero algo se pierde en el traspaso. El ambiente único del puerto, la cocina. Hay sitios benditos que hacen que la receta sea irrepetible, irreplicable, no acepta clones, la fotocopia siempre acusa que no se trata del original. La experiencia verdadera implica ingresar por este callejón medio escondido de calle Condell, casi al llegar a la Plaza Victoria donde la gente espera por su turno con el respeto y el fervor de quien aguarda el ingreso a un espectáculo.

Revolotea el recuerdo de antiguos periplos por estos comedores y asalta una duda. ¿Seguirá igual de buena? La expectativa y el deseo es un jugador maligno cuando tras años de experiencia y comedores recorridos, atiborrado de otros sabores el paladar vuelve a esta combinación primigenia, transversal. Podrían haber versiones mejoradas, más gourmet, pero a esta cocina le sobra lo que le falta a algunos manteles largos y almidonados. Alma. Las papas fritas son de una fritura muy casera, fritas en aceite, la carne (posta negra) picada en trozos irregulares, sabrosa y buena, la cebolla en corte pluma es cocida y no frita así no queda tan pesada. La buena noticia es que no hay novedad, la chorrillana del J. Cruz sigue intacta, con los sabores anclados en la memoria, que se recrean con el mismo grado de satisfacción que se obtuvo en las visitas anteriores. La combinación es perfecta y si la compañía es grata el sabor de boca es inmejorable.

Casino Social J. Cruz. Abierto de lunes a domingo, desde las 12.00 hasta las 02.00 horas. Condell 1466. Tel. 2211225. Valparaíso. El “hijo” está en Freire 621, fono 2596166.-