Por Roberto Retamal Pacheco

La ciencia avanza. Al menos eso dicen.

Confío en que algún día será posible averiguar qué tienen su su cabeza esos trogloditas que destrozaron hace algunos días nuestra querida Plaza Aníbal Pinto.

Seguramente tienen algo dentro… seguramente sesos, no.

Porque no se explica tanta estupidez…

Estos pastelazos las emprendieron contra todo lo que adecentaba nuestra plaza: semáforos, barandas, paraderos de locomoción que protegen del viento y del sol. Todo lo transformaron en simple basura.

La televisión nos mostró su desquiciada borrachera. Todos con mirada estúpida característica de los tontos que andan con la tele apagada, todos ellos saltando como simios para destrozar NUESTRA propiedad pública.

¿Qué hacer contra estos parásitos?

Dicen que por ahí, muy cerca, hay rincones no muy ocultos donde se vende trago «a la mala».

Dicen, las malas lenguas, que hay clandestinos que no son tanto, porque todos saben quiénes son y dónde se domicilian.

Entonces, si las cosas son así, no hay que demorarse demasiado para apretar a estos industriales del copete ilegal.

Solamente hay que poner puntos fijos policiales en la puerta y registrar a los aprendices de vándalos. Luego, cuando salgan cocidos, solamente hay que tomarlos, tirarlos al furgón y botarlos en la comisaría hasta que vuelvan en sí.

Seguidamente habría que tomarles con toda calma cada uno de sus datos personales y, si hay tiempo, dejarlos en libertad.

Si vuelven a la semana siguiente, habría que ver si les quedan ganas de ingresar al clandestino…

¿Atentado al libre comercio?…¡sííí. por supuesto que sí.!

La libertad de comercio no puede amparar a los cladestinos. Los dueños que paguen multa, sus clientes, que vayan presos por embriaguez en la calle. Corresponde.

Nos estamos viendo