Eddie Morales Piña, Profesor Titular, Universidad de Playa Ancha.

En 1965, la Revista del Pacífico de la Universidad de Chile, Instituto Pedagógico de Valparaíso, consignaba seis poemas cuyo autor era Eduardo Embry. Se trataba de los textos con que había ganado el concurso literario organizado por la Academia Literaria del Pedagógico que llevaba el nombre del escritor neorrealista chileno Nicomedes Guzmán. La Revista del Pacífico que tengo en mi poder junto con otras que ya son históricas, probablemente las compré en la desaparecida Librería El Pensamiento de la calle Victoria en Valparaíso en mis años de estudiante universitario

En 1968, Luis Fuentealba Lagos publicaba “Poetas porteños”; una antología de dieciocho poetas de Valparaíso, entre los que se encontraba Eduardo Embry. El libro fue editado por la Sociedad de Escritores de esta ciudad bajo el sello de Ediciones Océano. Hoy el libro es una joya bibliográfica no sólo porque ella recogió y fue una buena muestra de la producción poética en el puerto de Valparaíso a fines de los años sesenta del siglo pasado, sino también porque la portada la ilustró Camilo Mori, un destacado pintor y grabador chileno, y presentaba a Luis Fuentealba, el narrador porteño –“el hombre de Playa Ancha”, así llamado por habitar en ese cerro de Valparaíso, desde donde escribo este comentario-: Carlos León, autor de “Sobrino único”. En esta antología aparece una foto de un joven Eduardo Embry, de quien se dice que “nació en Valparaíso en el año 1938. Aquí han vivido sus padres trabajando con honestidad. Aquí estudió. Aquí trabaja. El ámbito mágico del Puerto ha sido su único territorio de amistad y poesía. Desde aquí ha partido hacia algunos lugares de Chile a reconocer dónde están los ríos, los campos verdes, el monte y la gente sencilla y laboriosa que lo puebla”. Embry inició, por tanto, su actividad poética en el puerto de Valparaíso, constituyéndose en una voz significativa en el espectro poético de la denominada “generación del 65”. Cinco años después de la publicación de esta histórica antología, vino el golpe de estado de 1973, y Eduardo Embry, al igual que otros muchos escritores, salió al exilio, radicándose en Inglaterra desde donde nos manda frecuentemente sus versos. Antologado por nosotros en la Nueva Revista del Pacífico –heredera histórica de aquella otra en que aparecieron los versos primeros de Embry-, el año 2005 con una muestra selecta de sus versos,  en 2010, la UPLA  a través de la Facultad de Humanidades publicó “Al revés de las cosas que en este mundo fenecen”, con el prólogo de nuestro colega y amigo Fernando Moreno dela Universidad de Poitiers (Francia), y un postscriptum mío, cuya finalidad primera ha sido  divulgar, especialmente para las nuevas generaciones de lectores, “a uno de los poetas porteños más significativos de la lírica chilena contemporánea”, como lo afirma Eduardo Gasca,  crítico venezolano.

La poética de Eduardo Embry está sustentada sobre la base de la actitud desenfadada que adopta el hablante lírico en el modo de aprehender y representar el mundo que se entrelaza con el oficio poético desarrollado por los poetas medievales de la juglaría y de la clerecía, especialmente en la poética del Arcipreste de Hita. El es un poeta dialogante con lo mejor de la tradición de la lírica medieval hispánica, y, además, de la lírica post medievalista europea. Los hablantes de Eduardo Embry se presentan ante el lector como sujetos degradados. El yo lírico tiende a no tomarse muy en serio –influencia parriana, a no dudarlo-, y los poemas se nos despliegan como historias que van cautivando al lector, a través de una tonalidad coloquial que desembocan las más de las veces en situaciones inesperadas en que el propio hablante hace irrisión de las mismas. La antología de 2010 nos pone frente a un poeta mayor de Valparaíso, afincado en Gran Bretaña, que, insoslayablemente, debemos conocer y leer, pues en él está encarnada “una conciencia crítica de la cultura, de la sociedad y de la vida en general”.